Descripción de la isla y ciudad de PR (1647)

El presente es un análisis historiográfico del documento: Descripción de la isla y ciudad de Puerto Rico de la autoría de Diego de Torres Vargas.[1] La descripción data de 1647 y comienza estableciendo el tamaño y ubicación geográfica de la Isla. Se habla de la calidez de su clima y de lo beneficioso que resulta para la longevidad. Se destaca su verdor y fertilidad, además de sus sierras, que servían de escondite para los esclavos cimarrones. Torres Vargas reconoce que cosmógrafos e historiadores habían incluido en sus publicaciones referencias a la historia y geografía de Puerto Rico pero, según el autor, discrepan en los datos.

Torres Vargas menciona las islas que componen las Antillas Menores y resalta cómo los holandeses, ingleses y franceses fueron poblándolas y explotándolas con ingenios de azúcar, cosechas de tabaco, añil y algodón, y ganadería. El autor se embarca en un viaje bíblico y filosófico para exponer la importancia estratégica y militar de la Isla.

Al hablar de agricultura, Torres Vargas menciona que Puerto Rico cuenta con siete ingenios de azúcar, que la caña se da sola, sin necesidad de riego, y que un cañaveral puede durar más de 60 años. El autor dice que los frutos nativos son mejores y mayores que los de las demás islas y destaca la calidad del jengibre, el cacao y el tabaco. Menciona también la producción de cuero y la riqueza de las salinas, y hace referencia a la necesidad de mano de obra cuando habla de las “grandes minas de oro, cristal y cobre, que no se benefician por haber faltado los indios naturales” y cómo se afecta la agricultura debido a “la flojedad de los naturales”.[2]

Al describir la ciudad principal, Torres Vargas resalta el hecho de su traslado de Caparra debido al clima, y que su nueva ubicación resulta más saludable por la brisa del mar. Habla del puente de los soldados (San Antonio) y del Martín Peña, que conectan la isleta con la tierra firme; y de la arquitectura de las casas: unas en madera, otras en piedra. Hace referencia a las crónicas de Antonio Herrera para describir el escudo de la Isla. Explica detalles de la composición del ejército y del sistema de gobierno, y expone las características de las murallas de la ciudad y la grandeza del fuerte San Felipe del Morro.

Torres Vargas dedica un buen espacio de su descripción a los asuntos de la Iglesia. Detalla el gobierno y presupuesto eclesiástico y, de una vez, solicita a Su Majestad un aumento del mismo. Describe la Catedral de San Juan, varios conventos, colegios y hospitales y da gran importancia a la enumeración de capillas, ermitas, esculturas y pinturas de santos. Luego de narrar los milagros que se han dado en diversos pueblos, el autor recuerda al lector que su escrito es de historia general, por lo cual no hay espacio para “explayar las noticias de la Isla”.[3] Procede, entonces, a detallar una lista de los Obispos que han servido en Puerto Rico desde su colonización, no sin antes explicar el milagro de la yuca y el casabe. La lista la encabeza Don Alonso Manso y la culmina Don Fray Damián López de Haro.

Después de narrar la vida y milagros de los religiosos, el autor procede a enumerar los gobernadores, tomando como fuente de información principal la historia general de Antonio de Herrera. Los trabajos de construcción del Morro y de las murallas de San Juan; las corridas de toros, los juegos de cañas, el granizo y las tormentas son algunos de los datos que acompañan la lista de los gobernadores. De igual forma, narra las batallas que marcaron la historia de la Isla, como el ataque inglés de Sir Francis Drake, la toma de la ciudad por el Conde de Cumberland y la defensa heroica de la Isla frente al holandés Boduino Enrico, en la que el Capitán y Sargento Mayor Don García de Torres, padre del autor, muere. De la historia épica se pasa al suspenso con la inclusión de varios personajes cargados de misterio: como el médico-fantasma que visita a la viuda del gobernador Antonio de la Llama Vallejo, curándola de su pena; o el cadáver del gobernador Juan de Céspedes, que no soltó la cruz durante todo su velatorio y entierro; y el extraño suceso ocurrido durante la gobernación de Gabriel Roxas, en el que una mujer negra fue exorcizada por llevar en su barriga a Pedro Lorenzo, un espíritu que le hablaba.

Torres Vargas no olvida en su descripción rendir homenaje a los hombres ilustres del país, destacando su ingenio y valor. Además, exalta la hermosura, honestidad, laboriosidad y virtuosismo de sus mujeres, y se hace eco de las palabras de gobernadores pasados que decían que “todos los hombres prudentes se habían de venir a casar a Puerto-Rico”.[4]

Al analizar el trabajo de Diego de Torres Vargas podemos decir que el mismo constituye un buen intento de presentar los datos históricos con la mayor fidelidad posible. El autor conoce bibliografía existente sobre el tema de estudio, hace referencias a la misma y añade sus observaciones. Claro está, no todos los datos son correctos o exactos, pero se nota la intención del alcanzar la mayor precisión posible. También se advierte una cierta objetividad en la narración de los hechos. Aunque el autor no pierde tiempo en destacar el legado de su linaje, es capaz de mencionar con orgullo las hazañas y logros de personajes a los que no necesariamente está vinculado.

Ciertamente, el trabajo de Diego de Torres Vargas, más allá de presentar una descripción física de la Isla, retrata parte del conjunto de creencias, valores y tradiciones de su gente. Su narrativa, cargada de hazañas épicas, leyendas y misterios, logra capturar al lector y envolverlo en un mundo inimaginable.

Datos biográficos de Diego de Torres Vargas

Sacerdote puertorriqueño, hijo del Capitán y Sargento Mayor Don García de Torres, natural de Vélez en la Mancha y uno de los defensores de la capital contra la invasión holandesa de 1625.  Diego estudió teología dogmática y derecho canónico en la Universidad de Salamanca.  Ocupó la plaza de Secretario del Obispo Don Fray Damián López de Haro y fue Canónigo de la Catedral de San Juan.

Según Adolfo de Hostos, Diego de Torres Vargas fue el primer autor nuestro en llamar la atención sobre los hijos del país que se habían distinguido fuera de la Isla hasta el siglo 17.  Su descripción de la Isla de Puerto Rico es considerada como una de las primicias de la cultura puertorriqueña.[5]

Cayetano Coll y Toste considera que su obra es una historia compendiada de suma importancia, pues más allá de los defectos propios de los escritores antiguos, es rica en datos y relaciones. Expresa Coll y Toste que Torres Vargas poseía sólidos conocimientos, buen tacto y discreción al anotar los sucesos, y procuraba ajustarse con fidelidad y sano criterio a lo que narraba.[6]

Bibliografía

Coll y Toste, Cayetano. Puertorriqueños ilustres, segunda selección. Recopilación de Isabel Cuchi Coll.  Bilbao, España, Editorial Vasco Americana, 1957.

García, Gervasio Luis. Armar la historia: la tesis en la región menos transparente y otros ensayos. Río Piedras, Ediciones Huracán, 1989.

Hostos, Adolfo de. Diccionario Histórico Bibliográfico Comentado de Puerto Rico. Barcelona, Academia Puertorriqueña de la Historia, 1976.

Torres Vargas, Diego de. “Descripción de la isla y ciudad de Puerto Rico” en Eugenio Fernández Méndez. Crónicas de Puerto Rico. San Juan, Editorial Universitaria, 1981, 171-217.

Notas

[1] Diego de Torres Vargas, “Descripción de la isla y ciudad de Puerto Rico” en Eugenio Fernández Méndez, Crónicas de Puerto Rico (San Juan, Editorial Universitaria, 1981), 171-217.

[2] Ibíd., 178.

[3] Ibíd., 188.

[4] Ibíd., 209.

[5] Adolfo de Hostos. Diccionario Histórico Bibliográfico Comentado de Puerto Rico. Barcelona, Academia Puertorriqueña de la Historia, 1976, 871-872.

[6] Cayetano Coll y Toste. Puertorriqueños ilustres, segunda selección. Recopilación de Isabel Cuchi Coll. Bilbao, España, Editorial Vasco Americana, 1957, 12.