La(s) Historia(s) de Fray Iñigo Abbad y Lasierra

En el siguiente ensayo historiográfico se presenta una descripción de diversas ediciones que han salido publicadas de la Historia geográfica, civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico de Fray Iñigo Abbad y Lasierra. El objetivo es analizar las diferentes versiones de la obra, así como la intención editorial detrás de cada publicación.

Manuscrito original (1782) y primera edición por Antonio Valladares (1788)

El manuscrito original de la historia fue firmado y entregado por Fray Iñigo al Conde de Floridablanca el 25 de agosto de 1782. Seis años después, en 1788, se publicó en Madrid la primera edición al cuidado de Antonio Valladares de Sotomayor.[1] La dedicatoria de esta edición dirigida a Antonio Valdés, Comendador de la Orden de San Juan, dice que la Historia:

“…se presenta al público para que disfrute de las preciosas noticias que refiere.  Si V.E. se digna admitirla baxo su generosa proteccion, logrará participar de los muchos esplendores que puede comunicarla el nombre de V.E., y yo daré al mundo un claro testimonio de mi profundo reconocimiento a las singulares honras que V.E. me ha dispensado, y que permanecerán grabadas eternamente en mi corazon.”[2]

En una “Nota del Editor”, Valladares explica cómo la obra llegó a sus manos. Manifiesta que la comenzó a imprimir porque creyó que era anónima. Cuando supo que su autor se encontraba en la Corte de Madrid, le explicó el estado de la impresión. Fray Iñigo le comunicó que la obra debía corregirse desde el principio y se ofreció a revisarla para añadir una nota de rectificación. Ello no fue posible, pues Fray Iñigo abandonó la Corte para ir a Cataluña. La revisión final estuvo en manos de “tres sugetos [sic] verdaderamente instruidos” que además de corregir la ortografía, le alteraron el título para llamarla Historia geográfica, civil y política de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico.[3]

La obra de Abbad y Lasierra consta de 40 capítulos: en los primeros 19, se describe la geografía de la isla y se narran los sucesos de su descubrimiento, conquista y colonización, todo ello apoyado por cartas, relaciones y memorias que se citan en notas al calce. Se habla del carácter y costumbres de taínos y caribes, el repartimiento de indios, la fundación de San Germán, y los ataques de caribes, ingleses y holandeses. Esta parte de la obra contiene fallas en sus datos debido a la inexactitud de las fuentes utilizadas.

Los 21 capítulos restantes se centran en la realidad del país para la época en que Abbad y Lasierra vivió en la Isla. El autor detalla la topografía de la ciudad de San Juan y de los pueblos bajo la jurisdicción de San Germán. Expone datos sobre el gobierno de la Isla, el estado de la población, la agricultura y el comercio. Procede a describir detalladamente el orden social y el carácter de los habitantes, así como sus usos y costumbres. Explica la mezcla de las diversas razas que se observa en gran parte de la población:

“Los Europeos de diferentes Naciones que se han establecido en esta Isla, la mezcla de esta con los Indios y Negros, y los efectos del clima que obra siempre sobre los vivientes, han producido diferentes castas de habitantes, que se distinguen en su color, fisonomia y caracter.  Verdad es, que mirados en globo y sin reflexion, se nota poca diferencia en sus qualidades, y solo se descubre un caracter tan mezclado y equivoco como sus colores; efecto sin duda de los diferentes mixtos de los transmigrados, que han comunicado con la sangre su color y pasiones á sus descendientes en este Pais.

Los primeros Españoles que se establecieron en esta Isla, corrigieron en parte el caracter de los Indios, tomando de estos al mismo tiempo el modo de vivir, alimentarse y alojarse; dexaron mucha parte de las costumbres de su educacion con su trato y mudanza de clima; la misma variacion se observa en los animales, plantas y semillas que se transportan de España a la América…”[4]

Abbad y Lasierra describe la calidad de la tierra, el clima, los huracanes y terremotos, las enfermedades más comunes, las aves, minerales, plantas y frutos. La obra culmina con dos apéndices: un Catálogo de los Obispos de la Diócesis y otro de los Gobernadores de Puerto Rico. Aunque fue escrita por un español y publicada fuera del país, la obra de Abbad y Lasierra es considerada la “primera historia formal de Puerto Rico en el orden del tiempo”. Por la materia de su contenido, “tan entrañablemente nuestra”, Josefina Rivera de Álvarez estima que esta obra pertenece de lleno a “la historia de las letras puertorriqueñas”.[5]

Segunda edición por Pedro Tomás de Córdova (1831)

La segunda edición de la Historia de Abbad y Lasierra fue publicada, en 1831, como el primer tomo de las Memorias geográficas, históricas, económicas y estadísticas de la Isla de Puerto Rico de Pedro Tomás de Córdova, Secretario del Gobernador Miguel de la Torre. La publicación fue una iniciativa gubernamental y la impresión estuvo a cargo de Valeriano de Sanmillán.[6] Esta edición es fiel y exacta a la edición príncipe que había sido publicada por Antonio Valladares de Sotomayor en 1788.[7] Córdova reproduce fielmente la Historia de Abbad, incluyendo la dedicatoria a Antonio Valdés y la nota del editor, ambas realizadas por Valladares.

Córdova dedica su edición a su jefe, el Excelentísimo Señor Don Miguel de la Torre, con más fanfarria que la utilizada por Valladares. Aunque el autor reniegue de caer en la adulación, sus palabras hacen todo lo posible por vindicar y enaltecer la imagen del mandatario:

“Las Memorias geográficas, históricas, económicas y estadisticas de la Isla de Puerto-Rico, particularmente de los últimos veinte años, con todos los datos que me ha sido posible embellecerlas, es la obra que me atrevo á dedicar á V.E. como prueba de mi gratitud. V.E. hace en ella el papel mas interesante, y esto me ha detenido mucho, por que ni V.E. nació para la baja adulacion, ni mi pluma es capaz de producir un incienso que detesto. La historia futura hará justicia á V.E., y Puerto Rico jamas podrá olvidar su benéfico gobierno.”[8]

En la pasada cita vemos a un súbdito incondicional que ha dedicado su toda vida a rendir obediencia y pleitesía a la Corona y a sus representantes. Ello ayuda a comprender la aparente modestia que reflejan sus palabras cuando presenta su obra. Córdova se disculpa por no contar con un estilo elevado, como el de “tantos y tan buenos historiadores de que abunda nuestra pátria, ni las bellas imagenes que hermosean sus escritos”. En cambio, ofrece “la verdad sencilla”, su asiduo trabajo y su constante dedicación. Finalmente, suplica indulgencia por los errores involuntarios que pueda tener su obra y resalta que es la primera vez que realiza un trabajo de esa clase.[9]

En el prólogo, Pedro Tomás de Córdova presenta las Memorias con el fin de que pudieran ser de utilidad al Gobierno para mejorar en todas las ramas de la administración. Dice que no pudo culminar su obra antes porque le faltaban datos indispensables para su complemento. Más adelante, habla de una breve Memoria de la Isla, que había escrito en 1818, y que incorporó como apéndice de su obra. Confiesa que pensó fusionar su Memoria con la Historia de Fray Iñigo, pero:

“…siendo esta la única que he visto de la Isla, y muy apreciable en su parte descriptiva, me pareció preciso dejarla cual se halla, y emprender la moderna bajo el plan que me habia ya propuesto, dando lugar á aquella como primer tomo de mis memorias, y cuya reimpresión será útil, por la escasez de ejemplares que hay de ella.”[10]

Por último, Córdova explica que tomó la obra de Fray Iñigo como punto de partida para la construcción de la suya. Así actualizó mucha de la información referente a la descripción de la Isla, la Capital, villas y pueblos. La historia de los gobiernos incluye la parte política, civil religiosa, económica y militar, con reflexiones en torno a qué mejoras deben realizarse en esos renglones. También incluyó censos, estados financieros y noticias económicas y de empresas. Además, puso al día los catálogos de Capitanes Generales, Obispos e Intendentes. Su obra se completa con la inclusión de Órdenes Reales, reglamentos, milicias, esclavitud, galleras y cédulas de gracias.

Sobre el significado del trabajo de Córdova, Antonio S. Pedreira dice que, desde el punto de vista tipográfico, su obra es el esfuerzo más grande de la imprenta en el Puerto Rico del siglo XIX.[11] Por su parte, Gutiérrez del Arroyo destaca el carácter y finalidad informativa de las Memorias, por la “necesidad imperiosa de la Metrópoli de conocer exhaustivamente, si fuera posible, la realidad americana”.[12] También señala que una de las grandes fallas de Córdova es la falta de orden lógico en la disposición de materiales, donde se confunde lo “estrictamente histórico” con detalles de poca importancia, lo que hace difícil su lectura y consulta.[13]

Tercera edición por José Julián Acosta y Calbo (1866)

La tercera edición de la historia de Abbad y Lasierra salió a la luz en 1866. En su prólogo, Acosta establece la necesidad de publicar nuevamente la obra debido a los “escasos y raros” ejemplares que se encuentran de la misma. Habla de la edición de Córdova, realizada “sin mejora alguna” a la primera edición de Valladares. Añade que:

“El vivo interés que hemos sentido siempre por nuestro país nos inspiró hace años el pensamiento de llenar, en la medida que nos fuera dado, tan lamentable vacío y así, no obstante nuestras multiplicadas atenciones, hemos venido de tiempo atrás acopiando materiales á fin de dar á la prensa, con aumentos y mejoras, una nueva edición de la Historia de Puerto-Rico.  Fruto de esos esfuerzos es el libro que presentamos ahora al público, á quien toca decidir si hemos tenido la fortuna de alcanzar al fin á que aspiramos.”[14]

Acosta narra cómo accedió al manuscrito original de Abbad y Lasierra y explica que su nueva edición cuenta con dos informes de 1776 hasta el momento inéditos: un estado de la población y otro de los cultivos y riqueza agrícola. Resalta que:

“…se hacía indispensable hablar del interesante período del desenvolvimiento de la riqueza pública del país. Es constante que ese período, que aún continúa, tuvo su principio en el siglo actual, cuando falto Puerto-Rico de los situados de Méjico, pero nutrido por la inmigración y vigorizado por la libertad del comercio con los extrangeros, dejó de ser un miserable parásito, para librar en sus propios recursos la satisfacción de sus necesidades.”[15]

En estas palabras se denota que la intención de Acosta en su trabajo va mucho más allá de lo puramente académico. Su corrección y ampliación de la Historia de Abbad y Lasierra sirve también a propósitos prácticos. Así lo deja ver cuando resalta que para el mejor acierto en sus providencias, la administración pública de la Isla “ha menester de las informaciones de lo pasado”.[16]

Procede Acosta a agradecer al Dr. Calixto Romero y a Julián Blanco su cooperación en la ampliación de conceptos para los capítulos relacionados a las enfermedades endémicas y la organización actual de la administración de la justicia. Finalmente, señala al lector las fuentes de donde ha tomado la información necesaria para la preparación de las notas y adiciones de la obra. Estas fuentes incluyen: la Biblioteca Histórica de Puerto Rico de Alejandro Tapia y Rivera, y las obras impresas de los “historiadores primitivos de Indias”, como Gonzalo Fernández de Oviedo, Juan de Castellanos y Antonio de Herrera, entre otros. También nombra las obras de Juan Bautista Muñoz, Martín Fernández de Navarrete, W. Prescott, Washington Irving, Manuel José Quintana, Alejandro de Humboldt, M. Moreau de Jonnes, M. Agustín Cochin, y los señores Saco, Baralt y La Sagra. Por último, menciona las Memorias de Pedro Tomás de Córdova, de quien dice tomar siempre sus noticias “con prudente reserva”.[17]

La mayor aportación de Acosta a la Historia de Abbad, además de la inclusión de los dos informes inéditos mencionados anteriormente, se refleja en sus “Notas”. En estas, define términos, amplía conceptos, compara y contrasta información de diversas fuentes y rectifica y corrige errores en la obra.[18] Entre las anotaciones que definen y amplían conceptos se puede citar la nota 1 de la Introducción de la obra. En la misma, Acosta define el nombre “Antillas”, explica su etimología y el por qué se utilizó para designar al archipiélago caribeño.[19] La nota 4 del primer capítulo es utilizada por Acosta para comparar y contrastar con otras fuentes la información que brinda Fray Iñigo sobre la extensión y superficie de la Isla. Hace referencia a los datos que aparecen al respecto en la Memoria de Melgarejo, en la Biblioteca Histórica de Puerto Rico de Alejandro Tapia y Rivera, y en el Tomo II de las Memorias geográficas, económicas y estadísticas de la Isla de Puerto Rico de Pedro Tomás de Córdova.[20] También cita otros documentos, mapas e investigaciones sobre la geografía de Puerto Rico que se han hecho posteriormente y concluye que la información en los mismos es contradictoria, por los que no es fácil de corregir. Así añade:

“Como lo habrá notado el lector, la mayor parte de los datos hasta aquí expuestos consisten bien en observaciones astronómicas para determinar la situación geográfica de los principales cabos y promontorios de la isla, bien en cálculos basados sobre esas mismas situaciones para llegar a la superficie total de toda la isla. Todo pues se refiere al perímetro de ésta.”[21]

La primera nota que aparece en el capítulo II sirve a Acosta para corregir, con el apoyo de fuentes primarias, varios datos en torno al descubrimiento de Puerto Rico. Uno de estos se refiere a cómo Cristóbal Colón llegó a la isla. Para corregirlo, el autor utiliza una carta del Dr. Chanca, médico que acompañaba a Colón, en la que narra los sucesos. También cita a Juan Bautista Muñoz en su Historia del Nuevo Mundo. En el mismo capítulo, Acosta rectifica el comentario de Fray Iñigo cuando dice que la isla había quedado olvidada después del descubrimiento. Para ello, transcribe los documentos oficiales que comprueban que entre marzo y abril de 1505, Vicente Yánez Pinzón había sido nombrado Capitán y Corregidor de la Isla y que había traído ganados como primer paso para su conquista.[22]

En el capítulo XIX, Fray Iñigo narra una invasión de una escuadra inglesa en la costa de Arecibo en 1702 y cómo el Capitán Antonio Correa defendió junto a sus hombres a la isla. La nota de Acosta al respecto nos generó mucho interés. En esta se corrige el dato histórico diciendo que no era una escuadra, sino una balandra y un bergantín que echaron a tierra 30 hombres. Acosta añade que el ataque inglés de 1797 fue de mayor importancia y procede a transcribir el Diario del ataque y la documentación existente sobre los hechos.[23]

En el capítulo XXVI, Fray Iñigo presenta el estado de la población hasta fines del año 1776. Acosta analiza los componentes de dicho informe y añade datos de los censos de años posteriores para así poder trazar los cambios demográficos ocurridos en la Isla. Igual aportación realiza Acosta en la nota referente al capítulo XXVII sobre el estado de la agricultura. Allí realiza un análisis apoyado en la información estadística más reciente para poder apreciar los cambios ocurridos en ese renglón económico. Las descripciones de Fray Iñigo sobre algunos árboles de Puerto Rico en el capítulo XXXVIII se enriquecen grandemente con las notas de Acosta sobre el origen de la yuca, el algodón y el plátano.[24]

La edición de la Historia realizada por José Julián Acosta en 1866, le valió al siguiente año el título de miembro correspondiente de la Real Academia Española de la Historia. Sobre Acosta puede decirse que sus notas pusieron de manifiesto a un “historiador metódico, celoso del informe completo y exacto, de mente ágil para la observación acertada y aguda”.[25] Salvador Brau señaló al respecto:

“El viciado y artificioso mecanismo económico-administrativo de la colonia, fue combatido por Acosta en 1866, a despecho de la censura, por medio de anotaciones a la Historia de Puerto Rico del padre Abbad, que acreditaron la competencia del anotador y la suspicacia de su talento.”[26]

Cuarta edición por Isabel Gutiérrez del Arroyo (1959)

La cuarta edición de la Historia de Abbad y Lasierra fue publicada por la Editorial de la Universidad de Puerto Rico en el 1959.[27] Esta edición cuenta con un “Estudio preliminar” sobre Fray Iñigo y su obra, realizado por la Dra. Isabel Gutiérrez del Arroyo. Incluye una reproducción del Mapa de la Isla de Puerto Rico preparado por Fray Iñigo Abbad y Lasierra. También contiene un detallado índice analítico que enriquece grandemente el valor didáctico e investigativo del trabajo.

En una nota de L.M. Díaz Soler, quien fuese Director del Departamento de Historia de la UPR, se describen brevemente las ediciones anteriores de la Historia, para luego presentar la nueva versión. Explica Díaz Soler que las “Notas” de Acosta se han omitido a propósito, pues serían publicadas, con algunas aclaraciones, en un segundo volumen del trabajo. De esa forma:

“se destaca el mérito de la aportación del culto y laborioso hombre público a la historiografía puertorriqueña, brindando así a los amantes de nuestro pasado la totalidad de los dos textos”.[28]

Díaz Soler expone que la base del trabajo la constituye el manuscrito original de Abbad, archivado en la Biblioteca Pública de Nueva York. Con ese documento se anotaron, con letras entre corchetes ([ ]), las diferencias fundamentales entre el trabajo original y las ediciones de Valladares y Acosta. Aparecen las notas originales de Abbad numeradas entre paréntesis y se incluyeron unas llamadas numeradas como exponentes (sin paréntesis o corchetes) que corresponden a las “Notas” de Acosta. Las llamadas y las notas al calce se numeraron de forma sucesiva en cada capítulo, ello con el fin de “obviar dificultades de impresión”. El texto fue modernizado y la puntuación revisada para que fuese “más agradable su lectura y asequible a los conocimientos de un mayor número de nuestros estudiantes”.[29]

Esta cuarta edición cuenta con la reproducción de un Memorial que Fray Iñigo escribiera para D. Carlos, Príncipe de Asturias. En el mismo, el autor critica que los españoles no se detuvieron a averiguar el verdadero origen de los indios y que pocos vieron los países que describen y, a falta de documentos legítimos, copiaron relaciones poco justificadas. Da ejemplos de los errores en que se incurre en los nombres de lugares y en la ubicación de los mismos en los mapas. Resalta la importancia de crear un Diccionario General de la América, por lo que solicita al Príncipe que proteja las Artes y Ciencias apoyando la creación del proyecto a través del suministro de papel y demás utensilios para continuarla e imprimirla.[30]

El “Estudio preliminar” de Isabel Gutiérrez del Arroyo comienza estableciendo que la obra de Fray Iñigo fue la primera síntesis de los “dispersos retazos de nuestra historia patria” y que “puede considerarse como el punto de arranque, estimulante y vigoroso, de toda la historiografía puertorriqueña posterior”.[31] La historiadora presenta entonces una biografía de Fray Iñigo, en la que establece que proviene de una “ilustre familia aragonesa, cuya nobleza de sangre fue enriquecida con las ejecutorias de nuestro biografiado”. Resalta la autora el “ambiente familiar de elevada cultura y de inconfundible sello liberal” en el que se crió Abbad, y cómo esos rasgos caracterizarán a “nuestro historiador”.[32] En adelante, Gutiérrez procede a narrar la vida de Abbad con las controversias de su carácter y las acusaciones de las que fue objeto; para ello se apoya en cartas oficiales y documentos judiciales.[33] Gutiérrez culmina la biografía haciendo referencia al servicio religioso del Abbad y a su legado histórico.

Prosigue Gutiérrez el estudio con una exploración de los supuestos doctrinales en los que descansa la concepción que Abbad tiene de la historia. Nos explica que la historiografía del siglo XVIII:

“es ante todo de tipo filosófico: responde a un nuevo humanismo.  Su sujeto es el hombre como ser dotado de razón. Apoyándose precisamente en este hecho, el criterio universalista e igualitario del pensamiento dieciochesco presenta el postulado de la radical unidad del ser humano. Interesa, pues, conocer al hombre en su íntima esencia: buscar aquellas actitudes constantes y universales que confirmen dicho postulado. Determinar, asimismo, cuáles son sus relaciones con la naturaleza y la Divinidad.”[34]

Expone Gutiérrez que en el siglo XVIII se hace historia de la civilización. Hay una búsqueda constante de síntesis de los hechos que puedan dar base a una interpretación filosófica. La fe optimista del pensamiento tendrá a la razón como instrumento de conocimiento, lo que influirá en el método de la obra histórica. El criticismo racionalista juzgará los hechos y excluirá aquéllos que resulten incongruentes. Se recurrirá a las fuentes documentales en busca de apoyo, pero la razón siempre estará por encima de ellas.[35]

La autora presenta la forma en que Fray Iñigo utilizó las fuentes de información. Explica que, en muchas ocasiones, Abbad no sometió a revisión la información de sus fuentes; ello pudo deberse a la limitación de documentos a los que tuvo acceso. Aunque su bibliografía es extensa, está constituida en gran parte por fuentes secundarias, utilizadas mayormente en los primeros 19 capítulos de su obra. Cita sus fuentes con bastante fidelidad y usa casi absolutamente a Herrera y Oviedo. Una irregularidad encontrada por Gutiérrez es que Abbad se aparta de la ortografía que sus fuentes dan a los nombres indígenas.[36]

Gutiérrez expone que Abbad no solo narra su historia, sino que también asume posturas ante los hechos que anota. Ante el indio y su cautiverio, enfrenta los hechos con ecuanimidad y objetivismo. Acepta la esclavitud negra como esencial para la economía de la Isla, pero resiente el maltrato al esclavo. Aprecia a los conquistadores e, incluso, demuestra entusiasmo patriótico y pasión cuando narra sus hazañas.[37]

Otras ideas presentes en Abbad, según Gutiérrez, son el determinismo geográfico, influenciado por Montesquieu, y el providencialismo. Sus ideas políticas rayan en el eclecticismo y coquetea sutilmente con las ideas sobre el origen de la sociedad. La economía es uno de los temas que más interesó a Fray Iñigo, lo que se puede apreciar a partir del capítulo 20.[38]

Gutiérrez nos dice que Abbad “se internó Isla adentro para auscultar el alma de nuestro pueblo”. Es por tal razón que logró trazar, con una “penetración psicológica admirable”, un retrato bastante fiel del carácter y las costumbres del pueblo puertorriqueño. De igual forma describió, con “esa cautivante atracción que la naturaleza ejerce sobre la mentalidad del siglo”, la capital y los pueblos de la Isla.[39]

Para culminar, Gutiérrez analiza el estilo de la obra de Abbad y asegura que es sobrio y recto, típico del escritor neoclásico. Tiene un riguroso sentido de orden y posee una facultad de observación afinada y perspicaz que capta los detalles imprescindibles. Posee un amplio conocimiento del vocabulario técnico de la arquitectura civil y militar. En Abbad se aúnan las “condiciones indispensables de un buen historiador con las dotes del expositor y el literato”.[40] Concluye la autora que Abbad “será siempre antecesor ilustre y punto de referencia primero e imprescindible de nuestra historia patria”.[41]

El “Estudio preliminar” de Isabel Gutiérrez del Arroyo contiene cuatro apéndices. El primero incluye las fuentes utilizadas por Fray Iñigo en la versión príncipe de su Historia. La autora presenta, en notas al calce, una corroboración y breve análisis de dichas fuentes.[42] El “Apéndice B” es una comparación de textos entre la Historia de Abbad y la Histoire de Th. G. Raynal.[43] El “Apéndice C” comprende una comparación entre la Historia de Abbad y las de William Robertson. La autora deduce que Abbad utilizó una versión española de Robertson.[44] El “Apéndice D” es una comparación de textos entre Abbad y Montesquieu.[45] El estudio culmina con la bibliografía utilizada por Gutiérrez del Arroyo.[46]

Quinta edición por Gervasio Luis García [2002]

La Historia de Fray Iñigo Abbad y Lasierra llega al siglo 21, editada por el historiador puertorriqueño Gervasio Luis García y publicada por la editorial madrileña Doce Calles. En su estudio introductorio, García expone que aunque la primera historia de Puerto Rico fue la de Abbad y Lasierra, la primera historia escrita por un autor puertorriqueño fue la de José Julián Acosta, en 1866. Explica que, debido a la censura de la época, Acosta “disimuló” su historia escondiéndola detrás de las “Notas”. Según García, las anotaciones de Acosta:

“…constituyen un acto paralelo que se yuxtapone al principal y en ocasiones se desvía de su modelo. Este gesto editorial (en todo el sentido de la palabra, pues Acosta no sólo anotó la obra de Abbad, sino que la imprimió en su propia imprenta) mostró una de las construcciones de la memoria y la identidad posibles en la sociedad colonial. La historia de Acosta fue una manifestación más de la lucha de los criollos por rescatar un territorio político, social y cultural frente a las negaciones y degradaciones impuestas a distancia.”[47]

Las notas de Acosta presuponen a un lector entendido y astuto que sea capaz de poder “descifrar sus guiños”. Hacer historia bajo censura implica el peligro de ser descubierto, por lo que dicha historia se caracterizará por ser “oculta y perseguida”. García expone que Acosta asumió el riesgo de historiar y, para ello, se amparó en una figura de autoridad centenaria, Abbad, para establecer un “diálogo” con sus escritos.[48]

Gervasio García reseña brevemente la biografía y la obra original de Abbad y Lasierra. Asegura que los datos históricos que anteceden su llegada a la isla fueron tomados de fuentes secundarias, en su mayoría de cronistas y hasta de obras prohibidas. Luego nos habla de cómo había comenzado a “construirse la memoria” de Puerto Rico, y de la importancia de la iniciativa de los predecesores de Acosta en la realización de sus “Notas”. Resalta el hecho de la fundación de la Sociedad Recolectora de Documentos Históricos de San Juan Bautista de Puerto Rico en 1851, y de cómo la labor de esa organización aportó los documentos que Alejandro Tapia y Rivera incluyó en la Biblioteca Histórica de Puerto Rico, obra que sirvió a Acosta como fuente para sus anotaciones.[49]

García explica que es muy probable que el modelo que utilizó Acosta para la creación de sus “Notas” se haya basado en la obra Viaje a la isla de Puerto Rico del botánico francés André Pierre Ledru, traducida y publicada en la isla por Julio L. Vizcarrondo. Este se había dado a la tarea de anotar la obra de Ledru para corregirle datos e, incluso, rechazar algunos de sus argumentos. Añade García que:

“La nota al calce se impuso como necesidad. Servía como vehículo para enderezar inexactitudes, colar el mensaje abolicionista y criticar al gobierno o dejar que el texto ajeno hablara por él”.[50]

Gervasio García dedica varias páginas para describir el ambiente de censura que imperaba en la isla al momento en que Acosta publicó la Historia de Abbad. García narra las persecuciones que sufrieron los librepensadores como Hostos, Betances y Ruiz Belvis, y cómo Acosta, al igual que su familia, también fue perseguido.[51] La llamada “Ley de imprenta” de 1865 establecía la previa censura de los periódicos. Las multas por su violación eran tan altas y las condenas a destierro tan injustas que había que pensar muy bien antes de atreverse a publicar alguna noticia o artículo. Hubo periódicos que luego de censurados, fueron clausurados. La Iglesia también promovía la censura, por lo que publicaba listas de libros prohibidos, los que se consideraban más peligrosos que las armas y la pólvora.[52]

Todo este ambiente de censura explica por qué Acosta, en vez de escribir su propia historia de Puerto Rico, buscó el camuflaje de sus “Notas” a la sombra de la obra de Abbad. Detrás se escondía no solo la promoción de un proyecto abolicionista, sino también la búsqueda de la libertad de comercio y de mayores poderes políticos. García indica que:

“Acosta contribuyó a desatar el importante potencial de la historiografía para el debate cultural y político, que era lo que le interesaba y lo que nos interesa. De ahí su vitalidad hoy.”[53]

Cinco ediciones: ¿Una misma historia?

Luego de analizar las diversas ediciones de la Historia geográfica, civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico de Fray Iñigo Abbad y Lasierra, se puede concluir que, aunque se trate de una misma obra, ha sido publicada por diferentes razones. La intención de cada uno de los editores que ha participado de sus publicaciones a lo largo de más de dos siglos ha marcado la obra y ha enriquecido su valor. Se sabe que la intención original de Abbad y Lasierra era la creación de un Diccionario General de la América, y que la presentación del manuscrito de su Historia tenía como objetivo conseguir apoyo del Príncipe Carlos para completar el diccionario.[54] Antonio Valladares se ocupó de publicar la obra de Abbad y Lasierra con un fin informativo, pues quería darla a conocer al público para que disfrutara “de las preciosas noticias que refiere”.[55] Pedro Tomás de Córdova la presentó con el fin práctico de ayudar al Gobierno a mejorar en todas las ramas de la administración.[56] En la edición anotada de José Julián Acosta, no solo se aprecian propósitos prácticos, sino también marcadamente ideológicos.[57] La edición de Isabel Gutiérrez del Arroyo cumple un fin investigativo y académico, de ahí la búsqueda de un análisis y formato asequible a los estudiantes.[58] Por último, en la edición más reciente, Gervasio García establece claramente su interés de resaltar la historiografía como un arma poderosa en el debate cultural y político, disciplina que “no sólo se modula por medio de ideas, sino igualmente de experiencias, instituciones y luchas entre las que se encuentra el acceso mismo a la publicación”.[59]

Datos biográficos de Fray Iñigo Abbad y Lasierra (1745-1813)

Juan Antonio Pascual Iñigo Abbad y Lasierra nació el 19 de abril de 1745 en la Villa de Estadilla, Lérida, España. Estudió filosofía en la Universidad de Zaragoza y luego se convirtió en monje benedictino. Cursó Teología y Derecho Canónico en la Universidad de Irache (Navarra).[60] En 1771 vino a Puerto Rico como secretario y confesor del Obispo Manuel Jiménez Pérez y realizó con él la visita pastoral a los territorios de la Diócesis. Durante nueve años de viajes continuos por América pudo observar el estado de situación de esas tierras y compararlo con las historias que había leído. Notó la gran cantidad de errores, por “poca inteligencia o mala fe”, que había en los escritos previos y en los mapas y se dio a la tarea de corregir datos y escribir su Historia.[61] Por problemas con la justicia regresó a Madrid en 1778, donde se defendió y obtuvo reconocimiento de su inocencia en 1780. En 1781 entregó en la Corte el Diario del viaje a América. Solicitó al gobierno la oportunidad de proseguir su labor para completar un Diccionario de América. En 1783, terminó su Descripción de las costas de California; en 1784, culminó dos trabajos sobre el comercio con Filipinas (aun inéditos); y en 1785, completó la Relación de la Florida, impresa por M. Serrano Sanz en 1912.[62] En 1790 fue nombrado Obispo de Barbastro por el Rey Carlos IV. Murió el 24 de octubre de 1813.[63] En su obra, Fray Iñigo Abbad y Lasierra revela sus dotes de cronista metódico, de juicio dilatado y justo. Su condición de religioso católico, no obstante, explica las fallas en su interpretación de la realidad humana puertorriqueña. Según Isabel Gutiérrez del Arroyo, Abbad y Lasierra responde en su concepción historiográfica a las tendencias intelectuales y preferencias ideológicas de la ilustración dieciochesca.[64]

Datos biográficos de Pedro Tomás de Córdova (1785-1869)

Memorialista y autor dramático.  Nació en Cádiz y murió en Madrid. Se educó en España y Venezuela. En 1811 buscó refugio en Puerto Rico junto a su familia debido al inicio de las luchas separatistas en Suramérica. Ostentó el rango de teniente de infantería al regimiento fijo de guarnición de San Juan. En 1813 se convirtió en contador de la Sociedad Económica de Amigos del País. De 1816 a 1836 ocupó el puesto de Secretario de Gobierno y Capitanía General de Puerto Rico, bajo los mandatos de Salvador Meléndez, Vasco y Pascual, Aróstegui, Navarro, González de Linares y Miguel de la Torre. Su lealtad incondicional a la monarquía española lo llevó a convertirse en secretario honorario de Su Majestad, Caballero supernumerario de la Real Orden de Carlos III, Caballero Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica y Comendador de la Donneberg de Dinamarca. Entre 1831 a 1833, publicó las Memorias geográficas, históricas, económicas y estadísticas de la Isla de Puerto Rico en seis volúmenes. En 1838, publicó la Memoria sobre todos los ramos de la administración de la Isla de Puerto Rico. Este trabajo lleva como apéndice un informe preliminar presentado al Rey en 1818. En 1824, salió de la imprenta del gobierno su comedia Triunfo del Trono y lealtad puertorriqueña, obra con la que intentaría responder a la tragedia de carácter revolucionario Rafael del Riego o la España en cadenas, del cubano Félix Mejías.  En 1838, Córdova regresó a Madrid donde publicó, en la Revista de España, de Indias y del Extranjero, una “Descripción de la ciudad de San Juan en 1845”.[65] Gutiérrez del Arroyo tilda a Córdova de “memorialista archi-conservador” y de su perspectiva histórica dice que es “tendenciosa y parcial”.[66] Por su visión del presente como culminación del pasado dinámico y por la importancia que da al relato, podría clasificarse a Córdova como representante de la historiografía romántica, específicamente del “romanticismo ingenuo”. Su historia se presenta como “un organismo en desarrollo; todo cuanto ocurre está ligado a lo ya ocurrido y es una consecuencia de ello”. Sin embargo, no se busca en ella “el análisis minucioso de los acontecimientos”, sino que se procura “solazarse en su contemplación”.[67] Gutiérrez del Arroyo también dice que las Memorias de Córdova, tomándolas en su totalidad, pueden situarse dentro de la “corriente informativa hispanoamericana”, originada en las relaciones del siglo XVI, y continuada en siglos subsiguientes.[68]

Datos biográficos de José Julián Acosta y Calbo (1825-1891)

Nació en San Juan el 16 de febrero de 1825.  Estudió en el Seminario Conciliar y partió hacia Madrid en 1846, enviado por la Subdelegación de Farmacia de Puerto Rico. En 1852, se graduó de Licenciado en Ciencias Fisicomatemáticas y tomó cursos adicionales en París y Berlín. Se dedicó a la enseñanza de Geografía Comercial y Botánica en el Seminario (1854) y cursos de Agricultura en la escuela de Comercio, Agricultura y Náutica fundada por la Junta de Fomento. Se le acusó de estar involucrado en el Grito de Lares, por lo que fue preso y, luego, amnistiado al no habérsele probado complicidad. Se unió al Partido Liberal. Entre sus obras está el periódico El Progreso (1870-1874), Biografía de José Campeche y Jordán (1855), Tratado de Agricultura Teórica (1862), Leyes de Kepler y estabilidad del sistema planetario (1868), Los partidos políticos (1870), La abolición de la esclavitud (1871), Memoria en oposición a la Cátedra de geografía e Historia (1874), entre otras. Su aportación bibliográfica considerada como más importante es la edición anotada de la Historia geográfica, civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico escrita por Abbad y Lasierra.[69] Isabel Gutiérrez del Arroyo ubica a Acosta, junto a Brau y Coll y Toste, como “una de las tres columnas sobre las cuales descansa la segunda etapa de los estudios históricos puertorriqueños”, a la que llama escuela histórica científico erudita.[70]

Datos biográficos de Isabel Gutiérrez del Arroyo (1907-2004)

Historiógrafa nacida en Bayamón, pueblo donde cursó su escuela primaria y secundaria. En 1942, obtuvo un Bachillerato en Artes en Pedagogía e Historia en la Universidad de Puerto Rico. Ejerció la docencia en la Escuela Superior de Caguas y en la Facultad de Estudios Generales de la UPR. Continuó estudios en México, donde culminó una Maestría en Historia en la Escuela Nacional de Antropología e Historia en 1948. Allí estudió bajo la dirección del historiador mexicano Silvio Zavala. Su trabajo “Fray Iñigo Abbad y Lasierra y su Historia de Puerto Rico” se publicó en 1948 como parte de los Estudios de Historiografía Americana, editado por el Colegio de México. Con este trabajo, la autora dio comienzo al examen de la historiografía puertorriqueña. En 1950, obtuvo el Doctorado en Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Su tesis doctoral, El reformismo Ilustrado en Puerto Rico, fue publicada en 1953 y laureada por el Instituto de Literatura Puertorriqueña. Gutiérrez del Arroyo fue investigadora en el Colegio de México, Profesora en el México City College, Investigadora de Historia del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Catedrática de Historia de la UPR y miembro de la Academia Puertorriqueña de la Historia. En 1957, se publica su conferencia Historiografía puertorriqueña: Desde la Memoria de Melgarejo (1582) hasta el Boletín Histórico (1914-27). Su trabajo sobre la Historia de Abbad se reimprimió en 1959 como estudio introductorio de la cuarta edición de dicho libro. De 1960, data su obra ¿Puerto Rico estado federado?: Razones de una sinrazón, y de 1978, El doctor Agustín Stahl.[71] Su obra puede clasificarse dentro de la historia científica. Se destaca por las rigurosas técnicas de investigación y los métodos “más en armonía con el criterio científico que reconocía la necesidad de pedir auxilio a las ciencias de algún modo afiliadas o relacionadas con la Historia: la geografía, la sociología, la antropología, la economía y otras ciencias auxiliares”.[72]

Datos biográficos de Gervasio Luis García

Cursó sus estudios de Maestría en el Colegio de México, y de Doctorado en la Universidad de París. Es catedrático del Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades, de la UPR. El Dr. García forma parte de la Junta Editora de Óp. Cit., revista del Centro de Investigaciones Históricas de la UPR. Es miembro de la Junta de Directores de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española. En su obra Historia crítica, historia sin coartadas: Algunos problemas de la historia de Puerto Rico (1985) revisa el pasado de la isla y cuestiona muchos tópicos habitualmente aceptados. Entre sus publicaciones también se encuentra Armar la historia: La tesis en la región menos transparente y otros ensayos (1989 y 2003). Tuvo a su cargo la edición y estudio introductorio de la Historia de Fray Iñigo Abbad y Lasierra [2002]. Colaboró también en el libro Puerto Rico en su historia, el rescate de la memoria (2001) y ha publicado numerosos artículos en diversas revistas profesionales. García es considerado uno de los principales representantes de la llamada “Nueva Historia” que, desde la década del 1970, renovó el estudio y conocimiento del pasado de Puerto Rico. Su obra es amplia y se dedica mayormente a analizar el trabajo y el movimiento obrero.[73]

Bibliografía

Academia Puertorriqueña de la Lengua Española. (Datos biográficos de Gervasio Luis García) Página electrónica: http://www.academiapr.org/2.ACADEMICOS/gLuisGarcia.html

Brau, Salvador. Historia de Puerto Rico.  Río Piedras: Edil, 1974.

Cassani, Jorge Luis y A.J. Pérez Amuchástegui. Del Epos a la historia científica: Una visión de la historiografía a través del método. 4ta ed. Buenos Aires: Editorial Nova, 1976.

Coll y Toste, Cayetano. Puertorriqueños ilustres, segunda selección. Recopilación de Isabel Cuchi Coll.  Bilbao, España: Editorial Vasco Americana, [1957].

Córdova, Pedro Tomás de. Memorias geográficas, históricas, económicas y estadísticas de la Isla de Puerto Rico. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1968.  Tomo I.

García, Gervasio Luis. Armar la historia: La tesis en la región menos transparente y otros ensayos.  Río Piedras: Ediciones Huracán, 1989.

García, Gervasio Luis. Historia crítica, historia sin coartadas: Algunos problemas de la historia de Puerto Rico. Río Piedras: Ediciones Huracán, 1985.

García, Gervasio Luis. “Historiar bajo censura: La primera historia puertorriqueña (estudio introductorio)”, en Abbad y Lasierra, Fray Iñigo. Historia geográfica, civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Anotada por José Julián Acosta y Calbo. Edición de Gervasio L. García.  Madrid: Editorial Doce Calles, [2002], 9-31.

García, Gervasio Luis. “Luces y sombras en la primera historia de Puerto Rico” en José A. Piqueras, Las Antillas en la era de las luces y la revolución. Madrid: Siglo XXI de España Editores, 2005, 141-157.

Gutiérrez del Arroyo, Isabel. “Estudio preliminar”, en Abbad y Lasierra, Fray Iñigo. Historia geográfica, civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. San Juan, Editorial Universitaria, 1970.

Gutiérrez del Arroyo, Isabel. Historiografía puertorriqueña: Desde la Memoria de Melgarejo (1582) hasta el Boletín Histórico (1914-27). San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1957.

Gutiérrez del Arroyo, Isabel. “Los antecedentes del Grito de Lares” en Congreso Nacional Hostosiano.  Siete voces hacia el Grito de Lares.  San Juan: CNH, 1997.  Págs. 21-33.

Hostos, Adolfo de.  Diccionario Histórico Bibliográfico Comentado de Puerto Rico.  Barcelona: Academia Puertorriqueña de la Historia, 1976.

Morán Arce, Lucas y Sarah Díez de Morán. ¿Quién es…? Biografías Puertorriqueñas. San Juan: Librotex, 1990.

Rivera de Álvarez, Josefina. Diccionario de literatura puertorriqueña. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1970.

Rosa Nieves, Cesáreo y Esther M. Melón. Biografías puertorriqueñas. Connecticut: Troutman Press, 1970.

Santamaría García, Antonio. “La historia de Puerto Rico en la transición del siglo XVIII al XIX. La mirada de Iñigo Abbad y Lasierra y los orígenes de la historiografía insular. A propósito de la edición de Gervasio Luis García”, en Revista de Indias. Madrid: Ministerio de Ciencia y Tecnología, 2004, vol. LXIV, núm. 230, 243-252.

Universia de Puerto Rico. Hasta siempre a la forjadora de historiadores. (Artículo sobre el deceso de la Dra. Isabel Gutiérrez del Arroyo)  Noticia publicada el 26 de enero de 2004 en http://www.universia.pr/portada/actualidad/noticia_actualidad.jsp?noticia=14045

Notas

[1] Al no tener acceso a esta primera edición, se utiliza la reproducción que hizo Pedro Tomás de Córdova en el Tomo I de sus Memorias geográficas, históricas, económicas y estadísticas de la Isla de Puerto Rico, (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1968).

[2] Ibíd., XXIX-XXX.

[3] Ibíd. (Énfasis añadido.). Ver “Nota del Editor”, XXIX-XXXIII.

[4] Ibíd., capítulo XXX, 176-177.

[5] Josefina Rivera de Álvarez, Diccionario de literatura puertorriqueña (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1970), tomo I, 79.

[6] Córdova, Óp. Cit., XXI.

[7] Isabel Gutiérrez del Arroyo, “Estudio preliminar” en Fray Iñigo Abbad y Lasierra, Historia geográfica, civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico (San Juan, Editorial Universitaria, 1970). Ver la nota de Luis M. Díaz Soler en la página XVII.

[8] Córdova, Óp. Cit., XXIII. (Énfasis añadido.)

[9] Ibíd., XXIII-XXIV.

[10] Ibíd., XXVII.

[11] Ibíd., VII. Según citado por Emilio M. Colón de la obra de Pedreira, El periodismo en Puerto Rico.

[12] Ibíd., XI. Según citado por Emilio M. Colón.

[13] Rivera de Álvarez, Óp. Cit., tomo I; 121.

[14] José Julián Acosta y Calbo, “Notas”, en Fray Iñigo Abbad y Lasierra, Historia geográfica, civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico (Madrid: Edit. Doce Calles [2002]), 33.

[15] Ibíd., 34.

[16] Ibíd., 33.

[17] Ibíd., 34-36.

[18] La edición de Acosta contiene notas en todos los capítulos, a excepción del 10, el 22, el 23 y el 36. Las notas que corresponden a los capítulos 30 y 31 se colocaron juntas.

[19] Ibíd., 41.

[20] Ibíd., 50-58.

[21] Ibíd., 57.

[22] Ibíd., 61-65.

[23] Ibíd., 252-279.

[24] Ibíd, cap. XXVI, 368-390; cap. XXVII, 399-418 y cap. XXXVIII, 581-587.

[25] Rivera de Álvarez, Óp. Cit., tomo II, vol. 1, 19. Ver también el Tomo I, 326.

[26] Salvador Brau, Historia de Puerto Rico, (Río Piedras: Edil, 1974), 232. (Ver nota al calce).

[27] Para ello contó con la colaboración de los profesores Rafael W. Ramírez, Aida Caro, Labor Gómez y Jorge Iván Rosa Silva y la Sra. Casilda Rivera, quienes se hicieron cargo de cotejar y darle forma a los índices. El Prof. Luis Porrás se encargó de la modernización ortográfica. Ver Gutiérrez del Arroyo, “Estudio preliminar”, en Abbad y Lasierra, Óp. Cit., VII.

[28] Ibíd., XVI-XVII.

[29] Ibíd., XVII.

[30] Ibíd., CXIX-CXXVII.

[31] Ibíd., XIX.

[32] Ibíd., XIX-XX.

[33] Ibíd., XXI-XXVII.

[34] Ibíd., XXXIII.

[35] Ibíd., XXXIII-XXXV.

[36] Ibíd., XXXVIII-L.

[37] Ibíd., LII-LVI.

[38] Ibíd., LVII-LXX.

[39] Ibíd., LXX-LXXV.

[40] Ibíd., LXXV-LXXVIII.

[41] Ibíd., LXXIX.

[42] Ibíd., LXXXI-LXXXVI.

[43] Ibíd., LXXXVII-CII. La ficha bibliográfica es: Th. G. Raynal, Histoire Philosophique et Politique Des Etablissemens et du Commerce des Européens Dans les Deux Indes (A Genève, chez J. L. Pellet, 1780), 4 vols.

[44] Ibíd., CIII-CVII. Las fichas son: William Robertson, Historia de la América (Barcelona, Librería de J. Olivares y Gavarro, 1840), 4 vols. y William Robertson, The History of America (London, Printed for W. Strahan; T. Cadell, in the Strand; and J. Balfour, at Edinburg, 1777), 2 vols.

[45] Ibíd., CIX-CX. La ficha es: Charles de Secondat Baron de Montesquieu, De L’Esprit Des Loix (A Genève, Chez Barrillot & Fils, 1750), 3 vols., II, 1.

[46] Ibíd., CXI-CXVIII.

[47] Gervasio L. García, “Historiar bajo censura: La primera historia puertorriqueña (estudio introductorio)”, en Fray Iñigo Abbad y Lasierra, Historia geográfica, civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, anotada por José Julián Acosta y Calbo. Edición de Gervasio L. García. (Madrid: Editorial Doce Calles, [2002]), 9.

[48] Ibíd., 9-10.

[49] Ibíd., 10-15.

[50] Ibíd., 17.

[51] Ibíd., 17-20.

[52] Ibíd., 20-22.

[53] Ibíd., 31.

[54] Gervasio L. García, “Luces y sombras en la primera historia de Puerto Rico”, en José A. Piqueras, Las Antillas en la era de las luces y la revolución (Madrid: Siglo XXI de España Editores, 2005), 145-146.

[55] Córdova, Óp. Cit., XXIX.

[56] Ibíd., XXVII.

[57] Acosta, “Notas”, en Abbad y Lasierra, Óp. Cit., 33.

[58] Gutiérrez del Arroyo, “Estudio preliminar”, en Abbad y Lasierra, Óp. Cit., XVII.

[59] García, “Historiar bajo censura…”, en Abbad y Lasierra, Óp. Cit., 31.

[60] Rivera de Álvarez, Óp. Cit., tomo II, vol. 1, pág. 2.

[61] Gutiérrez del Arroyo, “Estudio preliminar”, en Abbad y Lasierra, Óp. Cit., CXIX. Josefina Rivera de Álvarez dice que Abbad y Lasierra llegó a Puerto Rico en 1772 y regresó a España en 1883, por lo que su estadía en la isla sería de 11 años. Ver Rivera de Álvarez, Óp. Cit., tomo I, pág. 79 y Tomo II, vol. 1, págs. 2-3.

[62] Antonio Santamaría García, “La historia de Puerto Rico en la transición del siglo XVIII al XIX. La mirada de Iñigo Abbad y Lasierra y los orígenes de la historiografía insular. A propósito de la edición de Gervasio Luis García”, en Revista de Indias, 2004, vol. LXIV, núm. 230, 243-244.

[63] Córdova, Óp. Cit., VII-VIII.

[64] Citado en Rivera de Álvarez, Óp. Cit., tomo I, 83.

[65] Ibíd., tomo II, vol. I, 384-385.

[66] Isabel Gutiérrez del Arroyo, “Los antecedentes del Grito de Lares”, en Congreso Nacional Hostosiano, Siete voces hacia el Grito de Lares (San Juan: Congreso Nacional Hostosiano, 1997), 25.

[67] Jorge Luis Cassani, y A.J. Pérez Amuchástegui, Del Epos a la historia científica: Una visión de la historiografía a través del método (Buenos Aires: Editorial Nova, 1976), 136-137.

[68] Según citado por Emilio M. Colón (editor) en Córdova, Óp. Cit., X-XI.

[69] Cayetano Coll y Toste, Puertorriqueños ilustres, segunda selección (Bilbao, España: Editorial Vasco Americana, [1957]), 106-109. Ver también Adolfo de Hostos, Diccionario Histórico Bibliográfico Comentado de Puerto Rico (Barcelona: Academia Puertorriqueña de la Historia, 1976), 12-13.

[70] Citado en Rivera de Álvarez, Óp. Cit., tomo II, vol. I, 19.

[71] Lucas Morán Arce, y Sarah Díez de Morán, ¿Quién es…? Biografías Puertorriqueñas (San Juan: Librotex, 1990), 104. Ver también Rivera de Álvarez, Óp. Cit., tomo II, vol. I, 721-723.

[72] Adolfo de Hostos, Óp. Cit., 475. Ver también Cassani y Pérez, Óp. Cit., 207-222.

[73] Santamaría García, Ibíd., 244. Ver también Academia Puertorriqueña de la Lengua Española, Junta de Directores.  Página electrónica: http://www.academiapr.org/2.ACADEMICOS/gLuisGarcia.html