Francisco de Arango y Parreño, natural de Cuba y defensor de los intereses de la clase hacendada de La Habana, expuso en su Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla una serie de observaciones sobre la economía de la Isla.[1] El documento dirigido al gobierno español presenta los inconvenientes que había enfrentado Cuba en su economía y las sugerencias del autor para impulsar el desarrollo de su agricultura y comercio.
Arango insiste en que la verdadera riqueza de una nación se encuentra en la agricultura, el comercio y las artes. Por otro lado, critica el interés en la explotación de la minería sobre el avance de la agricultura y el fomento del comercio. Expone entonces la teoría económica colonial que imperaba en Europa cuando dicta que se debe sacar la mayor cantidad de productos agrícolas de los dominios de América, para así poder obtener ventajas comerciales sobre otras naciones, vendiéndoles más productos de los que se les compran.[2]
Arango destaca el valor estratégico de la Habana como punto de defensa del tráfico naval español y critica la carencia de un comercio efectivo para abastecer las necesidades de su población y para darle salida a sus productos. Señala el año de 1760 como la “verdadera época de la resurrección” de la Habana. Asegura el autor que el periodo de dominio inglés “dio vida” a la colonia a través de las riquezas, mano de obra esclava e impulso al comercio. La ocupación inglesa de la Habana también sirvió para recordarle a España la importancia de ese punto geográfico.[3]
Arango destaca la importancia de las reformas implantadas por Carlos III. También señala el problema de circulación de moneda en la Isla, así como el incremento en producción agrícola que obligaba a los hacendados a buscar salida para el excedente. Sin embargo, la falta de mano de obra esclava por su alto costo y la escasez de utensilios de labranza dificultaba el desarrollo óptimo de la agricultura. No obstante, la Revolución Francesa trajo consigo inestabilidad en sus colonias, lo que significó una baja en la producción de estas. Arango exhorta a aprovechar “las desgracias del vecino” y promover el aumento de la salida permanente de frutos al extranjero. El autor impulsa la moderna idea de la competitividad de mercados cuando incita al Gobierno a seguir en sus producciones el ejemplo de las demás naciones:
“…cotejar el costo que les tiene a ellos la agricultura de cada ramo, con el que tiene a sus vasallos; ver lo que cuestan los transportes y fletes, hasta llevarlos al mercado de consumo, y si la comparación nos fuese desventajosa, lejos de imponer derechos, lejos de cortar las salidas y pensar en trabas, es menester dar premios, conceder franquicias, en una palabra, ocuparse en igualar nuestra economía e industria a la de nuestros rivales.” [4]
Arango procede a enumerar los diversos factores de producción necesarios en la agricultura y los inconvenientes que encontraban los hacendados para su adquisición. El autor hace hincapié en cómo la falta de fondos monetarios les limitaba el acceso a dichos factores. Debemos recordar que España promovía una economía mercantilista, por lo que los productores no contaban con la liquidez suficiente para adquirir la mano de obra y maquinaria necesarias para la producción. De esta forma, se veían obligados a tomar dinero prestado de los comerciantes con garantía en las futuras cosechas.[5]
Procederemos ahora a enumerar cada uno de los inconvenientes destacados por el autor y a señalar inmediatamente la sugerencia propuesta para enfrentar al mismo. El primer inconveniente tiene que ver con la dificultad y altos costos en la adquisición de mano de obra esclava y de utensilios por parte de los hacendados habaneros. Arango sugiere destruir la ventaja que tienen los extranjeros eliminando intermediarios en el comercio de esclavos y fomentando su adquisición directamente en África. También propone que los barcos negreros que llegan a la Isla puedan permanecer más tiempo en el puerto (en vez de solo 8 días) dando oportunidad al comprador de adquirir su mercancía. Sobre los utensilios, Arango arguye que se deben revisar los arbitrios y eliminar los derechos sobre maquinarias y materias primas.[6]
El segundo inconveniente tiene que ver con el costo de manutención de los esclavos. Arango dice que los ingleses, franceses y portugueses no dan dinero ni alimento a sus esclavos, sino que les brindan un pedazo de terreno a cultivar para su propia subsistencia. Además, tienen menos días festivos, por lo que se trabaja más. El autor propone que por humanidad y religión no se les quite la ración de comida que se les da a los esclavos, pero que sí se revise el calendario, a fin de eliminar algunos días festivos. También sugiere aprender de los extranjeros la manera en que reparten las tareas para así evitar el desorden y la confusión en el trabajo.[7] Esta sugerencia es interesante, pues denota el conocimiento de Arango sobre la teoría de la división del trabajo para asegurar la eficiencia y efectividad en la producción,[8] además de cumplir con la demanda de productos y promover la competitividad, como lo estableció Adam Smith.[9]
Los inconvenientes tercero y cuarto se enfocan en la necesidad de alcanzar una mayor perfección de conocimientos en agricultura; y en el orden y economía en las fábricas. Arango propone que la educación de los agricultores en las nuevas tecnologías de siembra de productos basadas en la física, la química, botánica y otras disciplinas afines.[10]
Los inconvenientes quinto y sexto tienen que ver con la libre exportación del producto y su protección frente al extranjero y con la aplicación de aranceles. Arango promueve que se liberalice el comercio y se reajusten los derechos, incluyendo los de alcabala, de tal forma que se susciten mejores condiciones económicas para que los agricultores puedan exportar sus productos y sostener sus haciendas. De igual forma, el autor exhorta a liberalizar la producción y el comercio de aguardiente. [11]
El último inconveniente señalado por Arango trata del acceso al crédito por los productores. Nos dice el autor que hay que “sacar al agricultor de las manos del comerciante”,[12] por lo que es preciso crear una caja de crédito manejada por una Junta de Agricultura. Finalmente, Arango hace otras sugerencias referentes a la prevención de movimientos sediciosos de negros y mulatos y el fomento de la población blanca.
Bibliografía
Arango y Parreño, Francisco. “Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla”, en Hortensia Pichardo (ed.), Documentos para la Historia de Cuba. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1977.
Barrat Brown, Michael. La teoría económica del imperialismo. Madrid: Alianza Editorial, 1975.
Smith, Adam. Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. México: Fondo de Cultura Económica, 1958.
Notas
[1] Francisco Arango y Parreño, “Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla”, en Hortensia Pichardo, ed., Documentos para la Historia de Cuba. (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1977), 162-197.
[2] Ibíd., 164-165.
[3] Ibíd., 165-166.
[4] Ibíd., 170.
[5] Un caso diferente se da en el sistema de mercado capitalista, cuando los patronos tienen acceso a fondos líquidos para adquirir los factores de producción. Ver Michael Barrat Brown, La teoría económica del imperialismo (Madrid: Alianza Editorial, 1975), 29-30.
[6] Arango y Parreño, Óp. Cit., 171, 179-180.
[7] Ibíd., 171-172, 182.
[8] Barrat Brown, Óp. Cit., 97-100.
[9] Adam Smith, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (México: Fondo de Cultura Económica, 1958), 662. La obra de Smith se publicó originalmente en 1776.
[10] Arango y Parreño, Óp. Cit., 172-173, 180-182.
[11] Ibíd., 173-174, 182-187.
[12] Ibíd., 187.