Introducción
El “Paralelo entre la Isla de Cuba y algunas colonias inglesas” [1] del cubano José Antonio Saco es considerado un “estudio fundamental y de gran valor intrínseco”.[2] En el mismo, el autor compara las instituciones cubanas con las de las colonias inglesas, haciendo hincapié en aspectos relacionados a la estructura de gobierno y sistema de justicia, la libertad de prensa, la organización militar, la educación pública, la infraestructura de caminos, puentes y canales, la colonización blanca y el sistema contributivo. La obra fue escrita en 1837, durante el exilio de Saco en España.[3]
En palabras de Anita Arroyo, el “Paralelo” es reflejo de la madurez del escritor político que expone a España el atraso y abandono en que mantiene a Cuba. Añade la autora:
“Las ideas de Saco no pueden ser más claras a este respecto. Valiéndose del contraste entre el régimen liberal y progresista del sistema colonial británico y el régimen absolutista y retrogrado del sistema colonial español, traza Saco de mano maestra un esquema político vigoroso, verdadero estudio de claro-oscuro, impresionante aguafuerte en tintas blancas y negras del luminoso mundo colonial inglés y el oscuro mundo colonial de la Metrópoli.” [4]
José Antonio Saco, pensador fuertemente influenciado por la corriente de pensamiento del liberalismo político,[5] brinda al comienzo de su trabajo las razones por las que decidió escribir el mismo. Saco plantea que:
“Cansado de oir ponderar las ventajas de que goza Cuba bajo el gobierno de España; cansado de oir que entre todas las colonias que las naciones europeas poseen del otro lado del Atlántico, ninguna es tan feliz como Cuba; y cansado tambien de sufrir la impudencia de plumas mercenarias y la pedantería de algunos Diputados arengadores, tomo la pluma para trazar un corto paralelo entre esa isla que se dice tan venturosa, y algunas de las colonias inglesas.”[6]
Podemos notar claramente el hastío del autor en cuanto a los argumentos esgrimidos en la Península sobre las ventajas del colonialismo español en Cuba. Saco expresa abiertamente el tono crítico de su alocución y la naturaleza de sus intenciones: señalar, de modo tajante, la forma en que España maneja a sus colonias. El autor nos deja ver que, aunque no simpatiza con el sistema colonial, entiende que las restricciones políticas y económicas que acompañan ese régimen pueden establecerse de forma tal que no constituyan “un despotismo insoportable”.[7]
Estructura de Gobierno y Sistema de Justicia
José Antonio Saco comienza su comparación con el tema de la estructura del gobierno. Indica que en las colonias inglesas, la Corona nombraba a un Gobernador o Capitán General que, según el autor, era “esclavo de la ley, y si alguna vez se aparta de ella, grave es la responsabilidad que cae sobre su cabeza”.[8] De esta expresión podemos inferir que los poderes del Gobernador eran limitados. Algunas colonias inglesas contaban también con un Consejo Ejecutivo nombrado por la Corona con funciones semejantes a las del Consejo Privado de Inglaterra. En ocasiones, el Consejo Ejecutivo tenía funciones legislativas, lo que traía problemas y quejas ante la Corona. Señala Saco que el cuerpo más importante del gobierno era la Asamblea Legislativa, pues representaba directamente al pueblo y estaba autorizada a escuchar quejas de los colonos, corregir abusos, establecer contribuciones internas, subsidios y ajustes al tesoro y legislar internamente por el bien y prosperidad de las colonias.
La manera de elegir a los Diputados podía variar entre las colonias inglesas. En algunas, solo los colonos que disfrutaban de una propiedad tenían derecho al voto; en otras colonias muchos colonos no propietarios podían votar por los Diputados si pagaban anualmente una renta. El autor nos ofrece unos datos en los que presenta la cantidad de Diputados en las Asambleas Legislativas de varias colonias inglesas y la población blanca aproximada que habitaba dichas colonias.[9] Tales referencias nos permiten tener una idea del grado de representación de los colonos en dichos cuerpos. Para comprender el nivel representativo en cada colonia, elaboramos una tabla con la información suministrada por el autor y le añadimos el porcentaje de representación.
Tabla: Cantidad de Diputados en las Asambleas Legislativas de las colonias inglesas y su porcentaje de representación en relación con la población blanca (según los datos presentados por José Antonio Saco en la pág. 151)
Colonia inglesa |
Población Blanca |
Número de Diputados |
Porciento de representación |
Jamaica* |
De 30,000 a 35,000 |
45 |
0.12% |
Granada |
800 |
26 |
3.25% |
San Vicente |
1,300 |
19 |
1.46% |
Dominica* |
Menos de 2,000 |
19 |
0.95% |
Antigua |
1,900 |
26 |
1.36% |
San Cristóbal |
1,600 |
23 |
1.43% |
Bahamas |
2,500 |
30 |
1.2% |
* En los casos de Jamaica y Dominica, el porcentaje de representación se calculó con base en la cantidad máxima de población blanca.
Del análisis de los datos se desprende que, a pesar de que la Asamblea Legislativa de Jamaica contaba con más Diputados que otras colonias (un 0.12% de representación), es Granada la que más porcentaje de representación reflejaba, con un 3.25%. La representación de Diputados por colonos en las Asambleas Legislativas de las otras colonias inglesas fluctuaba entre 0.95% y 1.46%.
A diferencia de las colonias inglesas, el gobierno insular de Cuba solo contaba con un Capitán General que era nombrado por la Corona. Dicho mandatario poseía amplias facultades para tomar decisiones administrativas, hacer valer las leyes y administrar la justicia. Saco critica la ausencia de separación de poderes, la brevedad del código político que regía a Cuba en esos tiempos y la autoridad casi absoluta del Capitán General, que lo llevaba al borde de la tiranía. Esta abundancia de poder se debía, según Saco, a una Orden Real expedida el 28 de mayo de 1825 en el contexto de una posible invasión méjico-colombiana. El objetivo de dicha ordenanza era alejar a los enemigos externos. Sin embargo, más de una década después, la orden seguía vigente y era utilizada por el Capitán General para perseguir a los independientes y liberales.[10] Saco califica el gobierno de Isabel II como un régimen más despótico y tiránico para Cuba que el de su antecesor, y añade que:
“En enero de 1836 los Diputados de Ultramar elevaron á S. M. una respetuosa esposicion pidiendo que se despojase á los Capitanes Generales de aquellas provincias de las inmensas facultades que se les habian conferido desde 1825; pero el resultado fué que se les confirmaron y ampliaron, si ampliacion cabe todavía en el ilimitado espacio de una dictadura colonial.”[11]
El Sistema de Justicia de las colonias inglesas consistía de tribunales que funcionaban con arreglo a la ley, de forma independiente y con el juicio imparcial de un jurado. En contraste, la Isla de Cuba en vez de contar con un Tribunal, lo que tenía era una Comisión Militar que estaba subordinada al Capitán General, sin independencia de criterio y sin jurado. Dicha comisión no solo trataba los delitos de conspiración, sino también asuntos y pleitos privados, así como expresiones de la prensa. Según el autor, había una Comisión Militar en La Habana y otra, recién establecida, en Santiago de Cuba.[12]
Libertad de prensa
Sobre la libertad de imprenta, Saco señala que en las colonias inglesas la prensa no sufría de censura previa ni restricciones. Según el autor, el “elemento poderoso de la ilustración” era más libre en algunas colonias que en la misma Inglaterra. Saco procede a dar varios ejemplos. En Canadá, donde la imprenta estaba exenta de contribuciones sobre el papel, los periódicos y los anuncios que en ellos se colocan, para 1827 había 17 periódicos, y ya en 1835, pasaban de 50 publicaciones, teniendo la ciudad de Montreal 12 periódicos.[13] En Jamaica y otras islas del archipiélago se disfrutaba la misma libertad, y en la India Oriental se había protegido tanto esta expresión pública que de un solo periódico que se existía en Calcuta para 1814, en 1834 ya contaban con 32 periódicos en inglés y 15 en otras lenguas. El Cabo de Buena Esperanza disfrutaba de libertad de prensa desde 1829, y la isla sureña de Van Diemen, que se convirtió en colonia en 1804, ya para 1835 contaba con entre 12 a 14 periódicos.[14]
En contraste, Cuba sufría de una fuerte censura a la prensa que, bajo el mandato del General Tacón, provocó la eliminación de muchos periódicos. Ni tan siquiera se permitía la impresión de las discusiones de las Cortes o de los mensajes de la Corona a estas, con algunas excepciones en las que se censuraba rigurosamente el mensaje, lo que alteraba y truncaba los discursos.[15]
Organización militar
En cuanto al sistema militar se refiere, cabe señalar que la Isla de Cuba solo contaba con las tropas veteranas, que componían un ejército de unos 9 mil a 10 mil hombres. Los gastos de dichas tropas eran sufragados por la colonia, no por la metrópoli. Esa era la única defensa que poseía la Isla, pues España no permitía la formación de milicias provincianas por desconfianza a sus habitantes.
En cambio, las colonias inglesas contaban con un pequeño número de tropas veteranas, financiadas por la metrópoli. Además, poseían milicias provinciales compuestas por habitantes libres desde las edades de 15 hasta los 50 o 60 años, que estaban obligados a inscribirse y participar activamente en ellas, según legislación colonial. El autor presenta los datos sobre el número de milicianos activos en varias colonias inglesas. A su vez, Saco se expresa a favor de esta política cuando afirma:
“hé aquí la prueba mas convincente de que el gobierno inglés, apoyado en la justicia con que trata á los colonos, no teme poner en sus manos las armas que han de servir para la defensa de su patria”.[16]
Educación Pública
José Antonio Saco dedica una gran parte de su trabajo al tema de la educación pública. Divide su descripción entre la educación secundaria o científica y la primaria. Sobre la educación secundaria, el autor menciona que el Bajo Canadá contaba con un seminario y varios colegios franceses e ingleses. Montreal poseía un museo de historia y una biblioteca pública. Quebec también poseía una biblioteca, además de una sociedad literaria e histórica. El Alto Canadá, por su parte, contaba con un instituto de artesanos y varias sociedades: la médico-quirúrgica, la de agricultura, la literaria y la filosófica. Resalta Saco que la educación pública de esta colonia recibía apoyo de la metrópoli a través de la asignación de tierras previamente en manos de los jesuitas y de fondos de la legislatura.[17]
En Nueva Escocia contaban con tres colegios, uno de los cuales, según Saco, era semejante en su constitución a la Universidad de Edimburgo. La metrópoli inglesa también promovía en sus colonias la creación de jardines botánicos. Ese era el caso de la isla de San Vicente, en la de Mauricio y en la ciudad de Calcuta. Según Saco, en la India poseían colegios superiores diversas ciudades: Bengala, Benarés, Calcuta, Agra, Delhi, entre otras. En los mismos se enseñaba filosofía, matemáticas, ciencias naturales (astronomía, botánica, medicina), jurisprudencia, teología, historia, oratoria, poesía, lexicografía sagrada, árabe y ley mahometana.[18]
En cuanto a Cuba se refiere, la educación secundaria estaba mucho menos desarrollada. Santiago de Cuba contaba con un colegio seminario que impartía cursos de latinidad, de “añeja filosofía”, derecho y teología; sin embargo:
“…como solo cuenta con los fondos muy escasos que al tiempo de su fundacion le proporcionó la beneficencia de algunas personas, no es posible que las cátedras sean lo que deben ser, pudiendo decirse que mas bien sirven de escalon para obtener grados académicos, que para alcanzar una instruccion provechosa”.[19]
La Habana también tenía un colegio seminario y una universidad. En el primero, se enseñaba filosofía, latinidad, matemáticas, teología y derecho español. Dicha institución se sustentaba de fondos donados por los vecinos de la ciudad pues, según Saco, el erario público solo le proveía una parte mínima de fondos. Sobre la institución universitaria, el autor sentencia:
“La universidad es un simulacro literario que tiene en el nombre algunas cátedras, pero de las que la juventud apenas saca algun provecho.
¿Ni cómo podrá sacarle, cuando destituida de fondos, sus cátedras están indotadas, y los profesores no encuentran en la enseñanza los medios honrosos de subsistencia?”[20]
En cuanto a las bellas artes se refiere, la Isla tenía una academia de dibujo ubicada en las “oscuras, fétidas é insalubres” celdas del convento de San Agustín de la Habana. La escuela no poseía los recursos necesarios para operar eficientemente. Dice Saco que estaba tan olvidada por el gobierno que apenas tenía fondos suficientes para pagarle al profesor y que si no se había cerrado era gracias a la generosidad de su difunto director y al esfuerzo de sus estudiantes.
En la Isla había un Museo de Anatomía fundado por el Intendente Ramírez que, según el autor, podría haber satisfecho las necesidades del país si se hubiese dotado con las muestras y el equipo necesario. De igual forma, Saco critica que el Jardín Botánico de La Habana, fundado también por Ramírez, no contaba en su dirección con un experto en dicha disciplina, lo que afectaba el funcionamiento y el sentido mismo de dicha institución. Así lo expresa el autor:
“…en 1823 nombró el gobierno supremo de director y catedrático á un hombre que cuando llegó á la Habana, no sabia ni aun la nomenclatura de la ciencia que iba á enseñar. En otros países los hombres sirven á las ciencias; pero en Cuba hay casos en que las ciencias sirven á los hombres.”[21]
Juan Antonio Saco vuelve a mostrar su decepción y enojo por la precaria situación de los estudios científicos. Menciona la sugerencia que décadas antes hiciera Francisco Arango en torno a la creación de una cátedra de química.[22] Saco denuncia incluso la mala práctica de administración pública en el manejo de los fondos que habían sido destinados a dicha cátedra. Así se expresa:
“La sangre hierve en las venas al considerar que al cabo de mas de 300 años de la conquista, no haya todavía en Cuba una cátedra de química; y esto nada menos que cuando se reunieron algunos fondos para dotarla desde fines del siglo pasado, y de los que el gobierno se apoderó sin haberlos restituido; cuando hace algun tiempo que el benemérito Don Francisco Arango recomendó su pronto establecimiento en el plan de estudios que por encargo Real hizo para aquella isla; y cuando el azúcar, que es el ramo principal de su riqueza, reclama imperiosamente los ausilios de una ciencia que tantas ventajas le promete.”[23]
Juan Antonio Saco acusa al gobierno de impedirles a los cubanos el acceso a la educación. Por un lado, no permitía el desarrollo de la misma en suelo cubano, negando licencia a personas capacitadas y dispuestas a brindar educación gratuita. Por otro lado, el gobierno ponía restricciones a quienes aspiraran educarse fuera de la Isla. Así lo explica:
“…hallándose en años pasados varios jóvenes cubanos recibiendo su educacion en los Estados-Unidos del NorteAmérica, se espidió una Real órden para que todos regresasen inmediatamente á su patria, prohibiéndose que en lo sucesivo ninguno fuese á estudiar á aquellos países. Impedir á un padre que mande educar sus hijos al paraje que mas le convenga, es una medida que por sí sola debe calificarse de injusta; pero despojarle de este derecho cuando el mismo gobierno que se lo usurpa, no proporciona en el suelo natal los medios de instruccion pública, es el complemento de la mas atroz tiranía.”[24]
Saco también critica la disolución de la Academia Cubana de Literatura por causa de algunos “hombres díscolos y dominantes” de la Sociedad Económica de la Habana, quienes solicitaron al gobierno su eliminación. Los miembros de la Academia no pedían fondos ni un local al erario público y estaban dispuestos a brindar cursos de manera gratuita. Sin embargo, según el autor, esa muestra de patriotismo no fue tomada en cuenta por el gobierno. La Academia “murió, y sus miembros fueron ultrajados y perseguidos”.[25]
El autor señala que en la Isla de Cuba había solamente dos bibliotecas públicas: una en Matanzas y otra en La Habana. La de Matanzas, que contaba con unos mil volúmenes, había sido creada por miembros de la diputación de esa ciudad. La biblioteca de La Habana, aunque se había fundado a finales del siglo 18 bajo el auspicio de algunos ciudadanos ilustres, se hallaba abandonada. Según el Secretario de la Sociedad Económica de La Habana, Joaquín Santos Suárez, el local era poco ventilado e insalubre; la colección, inapropiada, desorganizada y mal distribuida. Muchas obras estaban deterioradas, apolilladas, mutiladas. En fin, la biblioteca necesitaba de nuevas adquisiciones y de un plan, además de fondos, para su desarrollo.[26]
Luego de describir la educación secundaria, las bibliotecas y otras instituciones académicas de las colonias inglesas y contrastarlas con la situación en la Isla de Cuba, Saco procede a realizar un ejercicio similar con la educación primaria. Para ello, el autor se circunscribe a detallar la relación existente entre la población libre y el número de alumnos de nivel primario, no solo en Cuba y las colonias inglesas y, sino también en varias naciones independientes. La información recopilada por Saco ha sido presentada en 3 tablas distintas, preparadas con diferentes criterios.[27] Para poder comparar los datos entre sí, hemos preparado una tabla en la que recogimos y estandarizamos toda la información. Calculamos entonces el porcentaje de alumnos respecto a la población libre en Cuba, las colonias inglesas y las naciones independientes a las que el autor hizo referencia.
Tabla: Educación pública en la Isla de Cuba, algunas colonias inglesas y naciones (según datos presentados por José Antonio Saco en las págs. 162-165). Los porcentajes se han redondeado a la centésima.
Lugar |
Número de alumnos con respecto a la población libre |
Porciento de acceso a la educación pública |
|
Colonias |
Isla de Cuba |
1 por cada 57 |
2% |
Bahamas |
1 por cada 16 |
6% |
|
San Vicente |
1 por cada 19 |
5% |
|
Jamaica |
1 por cada 18 |
6% |
|
Antigua |
1 por menos de 5 |
Más de 20% |
|
San Cristóbal |
1 por cada 11 |
9% |
|
Bajo Canadá |
1 por cada 12 |
8% |
|
Nueva Escocia |
1 por cada 10 |
10% |
|
Príncipe Eduardo |
1 por cada 14 |
7% |
|
Terranova |
1 por cada 8 |
13% |
|
Isla Mauricio |
1 por cada 11 |
9% |
|
Madras (India) |
1 por cada 5 |
20% |
|
Naciones independientes |
Inglaterra |
1 por cada 15 |
7% |
Francia |
1 por cada 17 |
6% |
|
Austria |
1 por cada 15 |
7% |
|
Prusia |
1 por cada 7 |
14% |
|
Países Bajos |
1 por cada 9 |
11% |
|
Estados Unidos |
1 por cada 11 |
9% |
Según los datos tabulados, la Isla de Cuba tenía el porcentaje de alumnos más bajo en relación con la población libre, para solo un 2%. Le seguían San Vicente (5%); Las Bahamas, Jamaica y Francia (6% c/u); Príncipe Eduardo, Inglaterra y Austria (7% c/u); Bajo Canadá (8%); San Cristóbal, Islas Mauricio y Estados Unidos (9% c/u); Nueva Escocia (10%); Países Bajos (11%); Terranova (13%); Prusia (14%); Presidencia de Madras, en la India (20%); y Antigua, con más de 20% de alumnos en relación con la población libre.
Resulta sorprendente que algunas colonias inglesas tuviesen un porcentaje de alumnos mayor que su metrópolis y que algunas naciones independientes, incluyendo a los Estados Unidos. En el caso de este último, debemos recordar que el autor realiza su cálculo utilizando la población total, incluyendo a los esclavos.[28] Por otro lado, y para finalizar esta sección de nuestro análisis, notamos que Saco no brinda datos sobre instituciones educativas en la metrópoli española, ni sobre la relación de alumnos por población libre. ¿Sería una omisión involuntaria, o lo habrá hecho a propósito? Hubiese sido interesante conocer si el acceso a la educación pública que el autor exigía para los habitantes de Cuba estaba disponible para la población en España.
Infraestructura de comunicaciones (caminos, puentes y canales)
José Antonio Saco explica que en las colonias inglesas se le daba mucha atención al desarrollo de sus infraestructuras de comunicaciones internas. El autor procede a evidenciar su observación con algunos datos recopilados. Saco denuncia la ausencia en la Isla de Cuba de caminos y canales adecuados. La inestabilidad del clima, por sus temporadas de lluvia, sumada a la precaria situación de los caminos, dificultaba los viajes e impedía las comunicaciones e intercambios económicos entre las diversas regiones de la Isla. No obstante, para la fecha en que se escribió el Paralelo, ya se había diseñado la construcción del ferrocarril. Saco menciona ligeramente este hecho y critica la utilización de un préstamo extranjero para su construcción, en vez de haberlo financiado por medio de acciones de capital interno.[29] El 18 de octubre de 1834 se realizó en Londres un contrato con M. A. Robertson para un préstamo de dos millones de pesos al 6% de interés anual. La zona favorecida para la construcción del ferrocarril fue la comprendida entre La Habana y Güines. El 19 de noviembre de 1837 se inauguró el trayecto desde La Habana hasta Bejucal, mucho antes de que España tuviese ferrocarril.[30]
Colonización blanca
Saco expone que en varias colonias inglesas la metrópoli había fomentado la colonización blanca, ya fuera por migración voluntaria, como por el envío de condenados a trabajos forzosos. El autor ofrece algunas cifras sobre el aumento de colonos blancos en Tasmania o Isla de Van Diemen, Nueva Gales del Sur, Canadá (Quebec y Montreal) y otras colonias norteamericanas.
Saco insiste en la necesidad de Cuba de un mayor flujo migratorio de colonos blancos, esto por la necesidad de brazos para la agricultura. Este problema recae directamente en el hacendado, quien se ve en la obligación de invertir en la compra de más esclavos, aumentando así el número de estos en la Isla. El autor recrimina al gobierno por no hacer nada para resolver la situación.
“A quien yo sí acuso y acrimino, es al gobierno, al gobierno que pudiendo y debiendo estinguir el infame contrabando africano, le tolera, le consiente, y autoriza con infraccion délos tratados, con desprecio de las leyes, y con escándalo de la moral publica y privada.”[31]
Sistema Contributivo
En cuanto al sistema contributivo se refiere, Saco divide su análisis en 3 partes: el derecho de imponer las contribuciones, la suma a la que estas ascienden y la inversión o uso que el gobierno insular le da dichos recaudos. Sobre la imposición de contribuciones, Saco presenta que en las colonias inglesas los impuestos internos eran establecidos por las Asambleas Legislativas. El Parlamento Británico solo imponía las contribuciones del comercio marítimo, y lo recaudado se invertía en la misma colonia a la que se le cobraba. En cambio, los habitantes de la Isla de Cuba estaban a merced de la “arbitrariedad del que manda”, pues:
“…por todas partes nacen dificultades, y las medidas que se proponen, casi siempre son desechadas. Y contra tantos males ya no queda ni aun la esperanza de remedio, pues condenada Cuba á la esclavitud colonial, se le castigarán como crímenes hasta los suspiros que exhale.”[32]
Sobre la suma de las contribuciones, Saco aclara que no era cierto que en Cuba se pagaran menos impuestos. Esa percepción se debía a que las contribuciones directas eran muy pocas. En cambio, las indirectas eran muchas y muy altas. Además, los impuestos en Cuba no estaban repartidos de forma equitativa. El autor añade:
“…en Cuba repito, las contribuciones lejos de ser el signo de la riqueza pública, lo son de la dureza é injusticia con que se la trata. Pensar que Cuba es feliz porque rinden mucho sus aduanas, es lo mismo que decir, que si uno teniendo veinte, paga quince de contribuciones, y otro teniendo ciento, solamente paga diez, el primero es mas rico que el segundo.”[33]
El autor presenta datos sobre el valor de las exportaciones y las contribuciones impuestas a las colonias inglesas para apoyar su argumento de la desventaja de Cuba respecto a las primeras. Según la tabla, todas las colonias juntas no pagaban ni tan siquiera un 15% del valor de todas sus exportaciones. En las colonias inglesas de las Antillas, incluyendo también a la Bermudas, Guayana y la Isla de Mauricio, sus contribuciones solo ascendieron a poco más del 6% del valor de las exportaciones.[34]
Sobre la Isla de Cuba, para el año de 1835 el valor de las exportaciones fue de 12,879,993 pesos fuertes, en contraste con de las rentas colectadas en las aduanas marítimas y terrestres que ascendió a 8,797,182 pesos fuertes. El autor aclara que éstas no eran las únicas imposiciones tributarias y ofrece una lista de otras contribuciones existentes para el año de 1830 que incluyeron: la Real lotería (1,000,000 pesos fuertes), Correos (997,341 ps.fs.), Renta decimal (416,000 ps.fs.), Renta obvencional (250,000 ps.fs.), Propios y arbitrios (100,000 ps.fs.), Papel sellado (250,000 ps.fs.) y Réditos de censos (4,000,000 ps.fs.), para un total anual de 7,013,341 pesos fuertes.[35] Señala Saco que sobre el pueblo cubano también pesaban otros gravámenes, como los derechos que se cobraban clandestinamente por la introducción de esclavos africanos (12 ½ pesos fuertes por cada esclavo). Calculando la entrada de 20,000 negros al año, la contribución clandestina equivalía a 250,000 pesos. Ya por el vicio de la legislación y por las fallas en la independencia judicial, el autor computó en 2,000,000 pesos los pagos por sobornos que pierden las personas cuando iban a pleitos de juicio. El total de todas estas contribuciones, legales e ilegales, es de 18,060,523 pesos fuertes anuales. Ello, al restar las ganancias por exportaciones antes citadas, dejaba al pueblo cubano en una pérdida de 5,180,530 pesos fuertes anualmente.[36]
El autor compara luego la razón en que las contribuciones estaban respecto de las exportaciones, tanto en las colonias inglesas como en la isla de Cuba. Mientras que en las colonias Norteamericanas las contribuciones ascendían a poco más de 14% de las exportaciones; en las Antillas, Bermudas, Guayana e isla Mauricio eran de menos de 7%. En Cuba, sin embargo, las contribuciones sobrepasaban el 140% de las exportaciones de la Isla.[37] Saco procede a comparar la relación entre población y contribuciones pagadas en las colonias inglesas y en Cuba. Concluye que Cuba pagaba contribuciones 4 veces más altas que la colonia inglesa más gravada, el Cabo de Buena Esperanza.[38]
Sobre la manera en que el gobierno invertía el dinero recaudado en contribuciones, Saco explica que en las colonias inglesas tales recaudos se invertían “en la educación pública, en la construcción de caminos, puentes y canales, y en otras obras útiles”. La metrópoli inglesa tenía que pagar el ejército, la marina, los gastos de la iglesia protestante, entre otros. En Cuba, sin embargo, casi tres cuartas partes de los recaudos de aduanas se destinaban a cubrir los gastos del ejército y la marina. Manifiesta Saco que la Isla tenía que enviar grandes cantidades de dinero a la Península, pero:
“…tan inmensos sacrificios no los aprecia ni reconoce la misma mano que los exige, y para adormecer á los cubanos y hacerles menos sensibles sus profundas heridas, plumas asalariadas se afanan en publicar que todo el dinero que de Cuba viene á España, es el sobrante de sus riquezas. ¿Y sobrante puede llamarse lo que aquella isla reclama imperiosamente para satisfacer sus necesidades? ¿Sobrante puede decirse lo que sagradamente debiera emplearse en la ereccion de escuelas é institutos literarios, en la construccion de caminos, puentes y canales, en el fomento de la poblacion blanca, y en la proteccion de tantas y tantas cosas como á gritos está pidiendo esa antilla abandonada? Afirmar que en Cuba hay sobrantes, es lo mismo que decir, que tambien los tiene un hombre á quien se deja hambriento y desnudo por habérsele quitado el dinero que necesita para alimentarse y vestirse.»[39]
Saco culmina su comparación resaltando la importancia del comercio entre la Isla de Cuba y las naciones extranjeras, incluyendo entre éstas a las mismas colonias inglesas. Destaca que dicho intercambio comercial no solo brindaba la ventaja de darles salida a los productos cubanos para que llegasen directamente a los países donde se consumían, sino que también suplía la necesidad de la población de adquirir mercancías que España no proveía.[40]
Al cerrar su alocución, José Antonio Saco expone:
“Quizás me he estendido en este Paralelo algo mas de lo que pensaba; pero antes de levantar la pluma, debo prevenir una acusacion que algunos podrán hacerme. Dirán que soy partidario de la nacion inglesa, y que bien á las claras manifiesto los deseos de que Cuba empiece á jirar entre los satélites de aquel planeta. Se equivocan los que así hablan, y no me conocen los que así me juzgan. Si el gobierno español llegase alguna vez á cortar los lazos políticos que unen á Cuba con España, no sería yo tan criminal que propusiese uncir mi patria al carro de la Gran Bretaña. Darle entonces una existencia propia, una existencia independiente, y si posible fuera tan aislada en lo político como lo está en la naturaleza; hé aquí cual seria en mi humilde opinion el blanco á donde debieran dirijirse los esfuerzos de todo buen cubano. Pero si arrastrada por las circunstancias, tuviera que arrojarse en brazos estraños, en ningunos podría caer con mas honor ni con mas gloria que en los de la gran Confederacion Norte-Americana. En ellos encontraría paz y consuelo, fuerza y proteccion, justicia y libertad, y apoyándose sobre tan sólidas bases, en breve exhibiria al mundo el portentoso espectáculo de un pueblo que del mas profundo abatimiento se levanta y pasa con la velocidad del relámpago al mas alto punto de grandeza.”[41]
Tal como lo expresó Saco, hubo quienes lo acusaron de ser partidario de Inglaterra, sin embargo, en sus textos siempre aparecieron expresiones a favor de una Cuba libre e independiente. Saco entendía que Cuba no podría alcanzar la independencia sin una lucha armada contra España, lo que suponía la amenaza de una posible sublevación de esclavos, destruyendo así la supremacía blanca y, por ende, los intereses de la clase a la que pertenecía. Así lo explica Josef Opatrný:
“Ésta era la razón de las reservas de Saco ante el independentismo, que no se puede identificar con el rechazo de la idea de la independencia y que de ninguna manera significaba la tolerancia del régimen colonial. Por el contrario, Saco estuvo en los años 1830-1840 entre los mayores críticos de la política española en Cuba…”[42]
Según Opatrný, el “Paralelo” atestigua las capacidades de su autor, pues entendió mejor que sus contemporáneos que el colonialismo inglés y español tenían los mismos cimientos y representaban las mismas restricciones. De esa forma, el sistema colonial inglés sirvió: “…como una de las fuentes importantes del pensamiento reformista cubano, al menos en la forma presentada por José Antonio Saco.”[43]
Bibliografía
Arango y Parreño, Francisco. “Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla”, en Hortensia Pichardo (ed.), Documentos para la Historia de Cuba. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1977.
Arroyo, Anita. José Antonio Saco: Su influencia en la cultura y en las ideas políticas de Cuba. Miami: Ediciones Universal, 1989.
Opatrný, Josef. “Política colonial de Gran Bretaña en la argumentación de José Antonio Saco. El caso de Paralelo entre la Isla de Cuba y algunas colonias inglesas”, en José A. Piqueras (ed.), Las Antillas en la era de las luces y la revolución. Madrid: Siglo XXI de España Editores, 2005. Págs. 365-380.
Saco, José Antonio. “Paralelo entre la Isla de Cuba y algunas colonias inglesas”, en Colección de papeles científicos, históricos, políticos y otros ramos sobre la Isla de Cuba. París, 1858. Tomo III, Págs. 149-175.
Santovenia, Emeterio S. y Raúl M. Shelton. Cuba y su historia. Miami: Cuba Corporation, 1966.
Vitier, Medardo. Las ideas en Cuba: Proceso del pensamiento político, filosófico y crítico en Cuba, principalmente durante el siglo XIX. La Habana: Editorial Trópico, 1938.
Notas
[1] José Antonio Saco. “Paralelo entre la Isla de Cuba y algunas colonias inglesas”, en Colección de papeles científicos, históricos, políticos y otros ramos sobre la Isla de Cuba. (París, 1858), Tomo III, 149-175.
[2] Anita Arroyo, José Antonio Saco: Su influencia en la cultura y en las ideas políticas de Cuba (Miami: Ediciones Universal, 1989), 90.
[3] El General Miguel Tacón había ordenado el exilio de Saco en 1834, tras recibir una comunicación de Juan Bernardo O’Gavan, Decano de la Catedral de La Habana, que lo acusaba de conspirar contra el gobierno español por su ardua defensa a la existencia de la Academia Cubana de la Literatura. Ibíd., 45-51.
[4] Ibíd., 125.
[5] Medardo Vitier, Las ideas en Cuba: Proceso del pensamiento político, filosófico y crítico en Cuba, principalmente durante el siglo XIX (La Habana: Editorial Trópico, 1938), Vol. II, 227.
[6] Saco, Óp. Cit., 149.
[7] Ibíd., 149.
[8] Ibíd., 149-150.
[9] Ibíd., 151.
[10] La descripción que realiza Saco de las actuaciones del Capitán General concuerdan directamente con las referencias históricas al personaje de Miguel Tacón, quien desde que asumió el mando de la Isla de Cuba el 1 de junio de 1834, se dedicó a perseguir a liberales, suprimir las prerrogativas de la imprenta y provocar la expulsión de los diputados cubanos de las Cortes. Ver Emeterio S. Santovenia y Raúl M. Shelton, Cuba y su historia (Miami: Cuba Corporation, 1966), 298-300.
[11] Saco, Óp. Cit., 153.
[12] Ibíd., 154.
[13] Ibíd., 154.
[14] Ibíd., 155.
[15] Ibíd., 155-156.
[16] Ibíd., 156.
[17] Ibíd., 157-158.
[18] Ibíd., 158.
[19] Ibíd., 158.
[20] Ibíd., 159.
[21] Ibíd., 159.
[22] Francisco Arango y Parreño, “Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla”, en Hortensia Pichardo (ed.), Documentos para la Historia de Cuba (La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1977), 172-173, 180-182. Arango proponía que la educación de los agricultores en las nuevas tecnologías de siembra de productos estuviese basada en la física, la química, la botánica y otras disciplinas afines.
[23] Saco, Óp. Cit., 159-160.
[24] Ibíd., 160.
[25] Ibíd., 160-161.
[26] Ibíd., 161-162.
[27] Ibíd., 162-165.
[28] Ibíd., 163.
[29] Ibíd., 165-166.
[30] Santovenia y Shelton, Óp. Cit., 305-306.
[31] Saco, Óp. Cit., 167.
[32] Ibíd., 167-168.
[33] Ibíd., 168.
[34] Ibíd., 168-169.
[35] Ibíd., 169.
[36] Ibíd., 169-170.
[37] Ibíd., 171.
[38] Ibíd., 172.
[39] Ibíd., 172-173.
[40] Ibíd., 173-174.
[41] Ibíd., 174.
[42] Josef Opatrný, “Política colonial de Gran Bretaña en la argumentación de José Antonio Saco. El caso de Paralelo entre la Isla de Cuba y algunas colonias inglesas”, en José A. Piqueras (ed.), Las Antillas en la era de las luces y la revolución (Madrid: Siglo XXI de España Editores, 2005), 375.
[43] Ibíd., 380.