
La reconstruida Puerta de Ishtar es considerada como el testimonio del esplendor y grandeza de la ciudad de Babilonia. Sus volúmenes rotundos y superficie decorada con ladrillos policromados en relieve ponen de manifiesto las técnicas artísticas alcanzadas en su tiempo.[1] Sin embargo, la estructura es solo parte de una obra arquitectónica más amplia y compleja, la ciudad de Babilonia, de la que podemos conocer más detalladamente gracias a las referencias que de ella se han hecho en la historia.
Heródoto de Halicarnaso, en el siglo V antes de Cristo, describió la ciudad de Babilonia como la más famosa y fuerte de Asiria, donde se ubicaron la corte y los palacios reales después de la destrucción de Nino. Heródoto revela que la ciudad estaba amurallada y rodeada por un foso profundo lleno de agua. Explica que con la tierra que se sacó durante la excavación del foso se cocieron los ladrillos de la muralla, que fueron pegados con betún sacado del río Is, ubicado en la ciudad del mismo nombre.[2]
Diodoro (Sículo) de Sicilia, quien escribió su descripción de la ciudad de Babilonia en el siglo I antes de Cristo, coincide con Heródoto en cuanto a los materiales utilizados para la muralla: ladrillos cocidos y betún caliente, pero no indica la procedencia de los mismos. Explica que la muralla tenía una circunferencia de 365 estadios y una altura de 50 brazas y que contaba con 250 torres situadas a intervalos.[3] Heródoto, por su parte, asegura que la muralla podía llegar en algunas partes a una altura de hasta 200 codos reales por 50 codos reales de ancho.
Ambos historiadores concuerdan en que Babilonia fue un proyecto de la reina Semiramis y en que la ciudad se dividía en dos partes por el río Éufrates. Según Diodoro, en el lugar más estrecho del río se construyó un puente en madera de cedro, ciprés y troncos de palmeras que medía 30 pies de ancho. Heródoto indica que a un lado del río se construyó el palacio real y, al otro lado, el templo de Júpiter Belo. Diodoro señala que se construyeron dos palacios de grandes dimensiones, uno a cada extremo del puente.
Heródoto narra que el palacio real estaba rodeado de un muro de resistencia, pero no da más detalles de su arquitectura. En cambio, describe punto por punto el templo de Júpiter Belo. Asegura que era cuadrado, tenía puertas de bronce y una torre de 8 niveles con una escalera exterior que la rodeaba. Explica que en el nivel más alto de la torre había una capilla que tenía dentro una gran cama y una mesa de oro, destinada a ser la habitación de una mujer escogida por los sacerdotes para hacerle compañía al dios. Añade que dentro del templo había otra capilla con una estatua de oro de Júpiter, así como una mesa, silla y tarima del mismo material. Fuera de esta capilla había dos altares de oro, uno más grande que el otro, destinados a sacrificios de reses. Heródoto indica que los sacerdotes del templo mencionan la existencia de otra estatua de oro macizo, pero asegura que él no la vio.
Diodoro, como indicáramos anteriormente, describe dos palacios. El que miraba hacia el oeste estaba fortificado con muros de ladrillo cocido. Tanto las murallas como las torres estaban decoradas con motivos de animales salvajes, que habían sido grabados y coloreados sobre los ladrillos antes de cocerlos. La escena representaba una cacería en la que aparecía Semiramis montada sobre un caballo mientras lanzaba una jabalina a un leopardo. También estaba representado su esposo, Ninus, arrojando su lanza a un león. El muro contaba con tres puertas; dos de ellas eran de bronce y abrían mecánicamente.
Diodoro explica que el palacio que miraba hacia el este sobrepasaba en tamaño y ejecución al otro. Dicho palacio contenía unas estatuas de bronce de Semiramis, Ninus y otros personajes de la nobleza. Además tenía una estatua de Zeus, “a quien los babilonios llaman Belus”.[4] Esta descripción de la grandeza del segundo palacio, así como de su contenido, además de la referencia a Belus, podría hacernos pensar que Diodoro está describiendo el mismo edificio que Heródoto identifica como el “templo de Júpiter Belo”. Sin embargo, más adelante en su narración Diodoro hace referencia a la existencia previa de un templo a Belus que era “excesivamente alto” y que contaba con una gran mesa y tres estatuas de oro batido de Zeus, Hera y Rea. Las de Zeus y Hera estaban representadas de pie y la de Rea sentada en un trono, junto a dos leones. Diodoro dice que toda esa riqueza fue sacada como botín de guerra por los persas. Heródoto, por su parte, señala que Xerxes, hijo de Darío, se apropió de una de las estatuas del templo.
Del resto de la ciudad, Heródoto explica que estaba llena de casas de 3 y 4 pisos y que contaba con calles rectas que iban a parar al río. Al final de cada calle había una puerta de bronce, para un total de 100 puertas. Diodoro hace referencia a unas puertas de bronce y dice que las mismas permanecieron hasta el tiempo de la dominación persa. También menciona un gran obelisco colocado en la calle principal de la ciudad. Ambos historiadores mencionan diversos trabajos de canalización del río; Diodoro los atribuye al reinado de Semiramis, mientras que Heródoto dice que fue bajo la reina Nitocris que se construyeron diques, una laguna artificial y un puente. Diodoro finalmente hace una descripción de los Jardines Colgantes, mandados a construir por un rey asirio más tardío que Semiramis.
Junto a las detalladas descripciones de la arquitectura de la ciudad de Babilonia realizadas por Heródoto y Diodoro, se encuentra una breve referencia sobre los trabajos decorativos mandados a realizar en la Puerta de Ishtar por Nabucodonosor.[5] Se señala que a causa de un desnivel de la puerta con la calle, hubo que excavar y reforzar los cimientos de la obra. Para ello se utilizaron ladrillos cocidos y betún, materiales que Heródoto y Diodoro mencionan muchas veces en sus escritos. Se dice que se usaron losetas esmaltadas de azul con figuras de animales, lo que recuerda la descripción de Diodoro de las escenas de cacería en los muros de los palacios.
Nabucodonosor alude también al uso de madera de cedro para construir las vigas que se colocarían sobre la puerta. Diodoro habla de esta madera cuando describe el puente que cruzaba el río y que conectaba ambos palacios de la ciudad. Nabucodonosor menciona la utilización de cobre y bronce en los soportes y en la cubierta de la puerta. También hace referencia a los “fieros toros de bronce y dragones enfurecidos” dispuestos en la entrada.
Como se puede apreciar, la descripción de Nabucodonosor concuerda con las de Heródoto y Diodoro, no solo en los materiales de construcción utilizados, sino también en el diseño de la obra arquitectónica. Estos antiguos trabajos descriptivos sobre la ciudad de Babilonia y la Puerta de Ishtar demuestran que la historia es un recurso indispensable para la creación de réplicas y la restauración de obras artísticas, convirtiéndose en un instrumento eficaz para rescatar el arte del olvido.
Bibliografía
Barreda y Monge, Federico, Editor. Teoría del arte. San Juan: Ed. CEI, 2010.
Heródoto de Halicarnaso. Los nueve libros de la historia. Barcelona: Iberia, 1968, vol. I.
La enciclopedia del estudiante: Tomo 9: Historia del arte. Buenos Aires: Santillana, 2006.
Notas
[1] La enciclopedia del estudiante: Tomo 9: Historia del arte. (Buenos Aires: Santillana, 2006), 43.
[2] Heródoto de Halicarnaso, Los nueve libros de la historia (Barcelona: Iberia, 1968), vol. I, 75-76.
[3] Diodoro, “Descripción de la ciudad de Babilonia”, en Federico Barreda y Monge, Editor, Teoría del arte, (San Juan: Ed. CEI, 2010), 61.
[4] Ibíd, 63.
[5] Nabucodonosor, “La puerta de Ishtar”, en Federico Barreda y Monge, Óp. Cit., 67.